Muy a menudo a uno se le olvida pensar ¿qué es lo que quiero ser? ¿cómo quiero ser? Y seguimos siendo únicamente lo que nos enseñaron a ser. Se necesita la introspección, la reflexión interna para asomarnos un poco a nuestra vida, ya que todos, aunque no lo hayamos pensado mucho, hemos tenido metas muy profundas.
Vamos a hacer un viaje hacia el pasado…
Primero vayan recordando su niñez, ¿cómo han sido cuando eran un niño o un adolescente?… Dirigiéndose hacia el pasado van a ver quién era su héroe; todos nosotros hemos tenido héroes, a veces hemos tenidos héroes que no eran vivos de las películas o de una novela, o puede haber sido una abuela, un maestro, un sacerdote, una persona que les inspiró. Recordando a esta persona vean cuál era la cualidad especial que tenía, los principios básicos que amaban ustedes en ella o en él.
Cuando uno tiene un héroe, uno identifica su meta su objetivo allí, porque quiere a esta persona, porque respeta a esta persona y porque algo en nosotros dice: yo también quiero ser así.
Pensando en las personas que los quieren a ustedes (padres, hijos, compañeros, parejas, colegas), por cuál cualidad especial que ustedes tienen creen que ellos los quieren. Muy a menudo hay una cualidad muy especial que nos hace amables, queridos por otros.
Sigan pensando en la gente que quieren y vean un poco qué es lo que a ustedes los hace felices en la relación con estas personas, cuál cualidad está detrás, cuál valor especial.
¿Por qué o para qué estarían ustedes dispuestos a morir?
¿Por qué y para qué estarían ustedes dispuestos a vivir? Luego observen qué es lo que les impide en la realidad diaria hacer esto.
Lo que nos impide ser como queremos ser muy a menudo son nuestros miedos. Si yo no pienso en qué quiero ser, cómo quiero ser, no lo voy a lograr. La meta que uno se fija determina el lugar de destino que uno tiene en la vida.
Lo importante es realmente volver a lo que te dice tu propio corazón, volver a lo que te dice tu propio ideal tu propia mente.
Muchas veces lo que nos impide morir tranquilos es la calidad de vida que hemos tenido, porque sentimos que no hemos cumplido con lo que teníamos que hacer. Es como un chico que llega a la escuela con la idea de que va a aprender a pintar, va aprender a dibujar, va aprender a bailar y toda la vida en la escuela pasa aburrido, esperando aprender a bailar, a pintar y a dibujar. La vida es así, una persona puede morirse en paz cuando ha logrado hacer en la vida lo que realmente le gusta y eso independientemente de que se esté muriendo en un suburbio o en un palacio.
Cuando logro vivir como yo quiero, cuando logro ser quien yo quiero ser, hay una unión conmigo mismo, hay una congruencia, me siento en acuerdo conmigo mismo. Eso implica que estoy listo para irme, porque ya viví lo que quería vivir. Cuando no decidimos vivir lo que queremos vivir tenemos la impresión que la muerte nos esta robando la vida.
Estamos tan ocupados en cumplir con lo que pensamos que tenemos que ser, que se nos olvida pensar en quién quiero ser en realidad. Ser quien uno quiere ser, es una construcción de cada segundo, de cada instante, cada pensamiento, cada emoción, cada día es una oportunidad.
Donde van mis pensamientos va mi energía, donde va mi energía va mi atención, donde va mi atención va la creación de mi personalidad, va la concretización de mi energía y donde va esto se crea mi carácter, y donde va mi carácter va mi vida.
Pensar lo que quiero pensar es tener consciencia. Cuando uno aprende a valorar los pensamientos construimos lo que queremos construir y empezamos también a sentirnos dueños, amos, en vez de sentirnos desposeídos de la capacidad de elegir. Muy a menudo uno se dice: ¡Ay! es que a mi me tocó nacer en Costa Rica, o a mí me tocó ser mujer, a mí me tocó tal familia, a mi me tocó tal cuerpo, tal profesión, tales condiciones. Estas son oportunidades, pero si yo las veo como un pre-condicionamiento determinando mi futuro pierdo la capacidad de crear.
Si queremos crear nuestra vida, si queremos crear al ser internamente, debemos tomar conciencia de nuestros pensamientos. Tener muy claro lo que quiero, meditar en la mañana y decirse: hoy es un día donde me voy acercar a mi meta, hoy es un día donde voy a ir poniendo los ladrillos que van a construir el templo de mi vida, el monumento de mi vida.
Debemos valorar el tiempo, valorar la capacidad que tengo de estar en el presente. Las personas tienen miedo de volver a su pasado a sufrir las cosas que han sufrido antes. Por ello proyectan hacia el futuro, y así estamos condicionándonos a volver a sufrir. Muy a menudo se nos olvida pensar, no queremos, tenemos miedo a la muerte entonces no pensamos que vamos a morir. Cuando empezamos a crear, a aceptar pensar en qué quiero ser, así poco a poco voy verificando las metas que tengo sacándome de encima todo lo que no soy yo.
Estamos muy condicionados: que una mujer tiene que vestirse así, que un hombre tiene que comportarse asá, que tiene que buscar tal tipo de trabajo, tiene que tener tal tipo de actitud; internamente estamos agarrados de estas cosas que esconden montañas en nosotros.
¿Como quiero ser? quiero ser feliz. Entonces date una hora de felicidad diaria.
La sociedad nos pone sus metas, pero nosotros en la medida que vamos echándole la culpa a ella, estamos quitándonos el poder de ser lo que queremos ser. Así que por un lado hay que reconocerlo, y por otro lado hay que sostener el compromiso con nosotros mismos. Por ejemplo, si tu sabes que la televisión sigue mandándote tales malos ejemplos, apágala. Se necesita voluntad y determinación.
Tenemos miedo que nos vean como bichos raros, pero ¡somos bichos raros!, esta sociedad es una sociedad productora de bichos raros. Por eso es muy importante entender que buscamos cumplir con una meta muchas veces irreal, por eso es muy importante también calificar internamente: "esto me parece bueno, esto me parece malo", y tenemos todos los días el derecho de cambiar de idea.
En varias ocasiones lo que nos sucede es que nos dejamos llevar como una pluma: va el viento por allá yo voy por allá, va el viento por aquí, yo voy por aquí, mi esposo quiere ver la televisión, veo la televisión, mi hijo quiere que yo vaya a su graduación, voy a su graduación, mi mama esta de mal humor, entonces yo estoy triste, etc. Y… ¿cuando me ocupo de lo que yo quiero? el día de la muerte ya es muy tarde, eso se llama pasividad.
Si no aprovecho cada instante no puedo ser justa, sólo en el presente puede uno ser justo, no puedo ser justo en el pasado porque ya pasó. Es en el presente que tengo todo mi potencial desplegado frente a mí, pero muy a menudo no conocemos nuestro potencial, y no sabemos cómo usarlo, cómo aprovecharlo, cómo disfrutarlo, cómo compartirlo, entonces empezamos a sentirnos como víctimas.
El momento del presente es el momento de las oportunidades, pero llega a ser sin oportunidades cuando me proyecto como víctima. Estar en el presente significa permanecer atento. Nuestra mente tiene la costumbre de divagar y cuando la mente divaga, por lo general se queja: ¿por qué me tocó tener diabetes, a mí que me encanta comer mucho dulce?, es injusto; ¿por qué ella puede comer todo lo que quiere y sigue delgada?, es injusto…
Cuando nos consideramos víctimas, estamos creando una atmósfera de quejas, y eso ¿qué produce? Que yo tenga una visión desvalorizada de mí misma: ¡pobrecita yo!. Esta es una forma que todos tenemos de "querernos", pero que nos impide tener poder, porque al contrario, yo no soy nada pobrecita, yo puedo cambiar lo que sea que quiero.
Todos tenemos tendencia a preferir quejarnos que ocuparnos, porque ha sido la educación que hemos recibido. El enemigo principal en el desarrollo espiritual es el dormitar, porque cuando estamos durmiendo no estamos aprovechando, sino que estamos perdiendo, es como si estuviéramos echando por la basura los instantes uno tras otro.
Si uno acumula experiencias positivas a cada instante, es como si las hubiese invertido en el banco de las acciones, son ahorros, capital. Pero si las echo en la basura al no permanecer despierta, no sólo desperdicio el momento, sino que también desperdicio el capital que me podría haber dado el momento.
En Francia hay una historia que se cuenta de una niña llamada Petra la Lechera. La lechera iba al mercado con un cántaro de leche, y ella caminaba pensando: "con este cántaro de leche que voy a vender me voy a comprar una gallina, y la gallina me va a dar muchos huevos, y con estos huevos que voy a vender en el mercado voy a comprarme un puerco, y el puerco tendrá crías que voy a vender en el mercado y me compraré una vaca, y con la leche de la vaca...y de repente ¡pluf! se cayó y se le regó la leche. El cuento nos enseña que si no hacemos las cosas en la realidad estamos desperdiciando el capital. Si se fijan el problema de la Lechera era que no prestaba nada de atención a la realidad, por lo tanto, prestando atención a la creación de mis pensamientos, de mis emociones, de cada una de las palabras que digo, de las cosas que hago, estoy creando calidad.
La gente que ha muerto de muerte clínica y que luego ha regresado, por lo general han cambiado toda su vida porque cuando "murieron" se dieron cuenta de lo bonito que era vivir, de la oportunidad preciosa que era cada instante. Por ello, en vez de desperdiciar el tiempo cuando regresaron empezaron a vivir, y casi todos aquellos que han tenido una experiencia así han tenido cambios drásticos en su vida, han hecho lo que realmente les gustaba hacer. Pero ¿por qué esperar hasta ese momento para hacerlo?