Aceptar no es resignarse. La diferencia es muy importante, clave, diríamos. Vamos a verla.
Cuando se nos presenta una dificultad, cuando nos vemos acuciados por un problema grave, nuestras primeras emociones tienden a mostrar rechazo, a no aceptar esa penalidad. Es la fase en la que surge la típica pregunta “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” No pasa nada. Es la reacción, digamos, más humana.
Sin embargo, lo que marca la diferencia son los pensamientos siguientes.
Hay quien prolonga voluntariamente ese estado emocional, repitiéndose obsesivamente esa pregunta y sin hacer nada por encontrar la solución. Se instala en esa especie de victimismo y se limita a maldecir su suerte, sin pasar a la acción en ningún momento, pues tiene el firme convencimiento de que no hay nada que se pueda hacer. Es una rebeldía contra lo ocurrido que lleva al sufrimiento de la inacción. Esto es la resignación.
Por contra, hay quien, tras aquella primera reacción humana, decide aceptar lo malo que está sucediendo como algo natural, simplemente como una realidad que está ahí. Acepta la desgracia y no pierde demasiado tiempo en analizar las causas, sino en la medida en que eso le pueda ayudar a encontrar la solución. Es cuando surge una pregunta clave que sustituye a la anterior ¿Qué puedo hacer para revertir esta situación?
Aceptando lo ocurrido, esa persona muta el foco de su atención, que pasa de estar centrado en el problema a centrarse en la posible solución.
Tras la aceptación viene la responsabilidad. El sujeto acepta el hecho y asume su responsabilidad frente a él. Y es entonces cuando, por fin, llega la acción, cuando el sujeto decide poner en práctica las soluciones que ha encontrado tras la serenidad de la aceptación. En este sentido, podríamos afirmar que la aceptación es una plataforma de despegue para la acción.
Para saber si hemos aceptado un hecho desgraciado reciente de nuestra vida o si, por contra, nos hemos resignado a él, basta con ver qué pregunta es la que nos hacemos más en nuestra mente: ¿Qué puedo hacer para cambiar esto? o bien ¿Por qué a mí?
Orfeo