Cada uno de nosotros reaccionamos a los eventos de nuestras vidas de forma individual, debido básicamente a que los juicios y percepciones de lo que nos sucede están basados en nuestros sistemas de creencias, convicciones y experiencias pasadas.
A raíz de estos fundamentos las cosas que nos provocan estrés en el sentido amplio de esta palabra, tienen que ver más con lo que sucede en nuestro interior que con el evento en sí. Evidentemente no me refiero aquí a los acontecimientos realmente graves o los que pueden poner en peligro nuestra vida, como el que te vaya a atropellar un coche, y en el que nuestra reacción instintiva pone en marcha mecanismos ancestrales de supervivencia para sacarnos de la situación de peligro.
El caso es que nuestras reacciones en lo cotidiano ponen en marcha estos mecanismos de lucha-huida con toda su bioquímica, que de forma continuada van minando nuestra salud física y mental, hasta convertirse en crónicos, si no se compensan con una respuesta de relajación.
Existe mucha bibliografía e información sobre métodos de relajación que nos ayuden a mitigar o eliminar el problema del “estrés negativo”, y digo negativo porque el estrés como el miedo son necesarios en nuestras vidas siempre y cuando no traspasen la barrera en la que nos dominan.
En lo que quiero hacer hincapié en este artículo, es en el hecho de que si no nos conocemos a nosotros mismos; que cosas son las que nos estresan y en que forma reaccionamos a ellas, nos va a ser más difícil escoger y practicar un método de relajación que encaje con nuestra personalidad.
Hay personas hiperactivas, siempre en acción; otras son reflexivas, otras más visuales, otras cinestésicas siempre en contacto con sus sensaciones, etc, etc.
Por ejemplo, a una persona en estado cinestésico, que está inmersa en sensaciones desagradables, provocadas por un diálogo interno negativo, y muy probablemente dirigiendo sus ojos hacia abajo, le puede ser muy beneficioso mientras está haciendo un ejercicio de respiración lenta y profunda para calmarse, dirigir sus ojos hacia arriba, provocando así una desconexión del dialogo interno negativo que en ese momento le está perjudicando y que se acentúa al dirigir los ojos hacia abajo. Según dirigimos nuestros ojos en diferentes direcciones, se activan distintas zonas cerebrales que nos ayudan a concentrar mejor la atención en diferentes facetas de nuestro pensamiento como visualizar, escuchar, sentir lo que pensamos, etc.
Este es un simple ejemplo de la variedad de acciones que podemos tomar si antes conocemos cuales son nuestras reacciones y como las manifestamos.
Allí donde está nuestra atención está nuestra realidad.
Os invito a ejercitar la auto-observación para averiguar cuales son vuestras particularidades y con ese conocimiento poder elegir lo mejor para vosotros. Podría ser que os sentís abrumados por tener un montón de cosas por hacer pero que detrás de ello el problema que en realidad provoca el estrés sea la postergación, causada por un cansancio general por falta de sueño.
José Boral