Redes sociales en altísima potencia. Gente apresurada caminando por las calles. Bares atiborrados, ‘botellones’ espumando de gente. Puestos de trabajo sin mamparas, la palabra privacidad perdiendo referencia.
Vida personal y pública en convergencia. El Yo en la sintonía/frecuencia del otro y ese otro es lo público, la moda, las tendencias en general, los grupos afines. Poco cuestionamiento acerca de uno mismo versus angustias innombrables son las insignias visibles de la era del vacío.
Opciones de vida masificadas, sin espacio para la celebración del Yo auténtico, sin condiciones para la elaboración consciente y personal.
Tendencias a permanecer ciegos sin saberlo. Fronteras del Yo dispersas, lejos de lo que realmente forma sentido, de lo que realiza.
Preferencias sexuales, elecciones afectivas, desavenencias, desafectos, siempre envuelven aspectos simbólicos relacionados con el inconsciente. Lidiamos con el otro externo, pero, en realidad, lo que entendemos sobre ese otro casi siempre forma parte de alguna asociación inconsciente, con algo ya vivenciado. Raras veces vemos la persona externa tal como realmente es, y el camino opuesto es exactamente lo mismo, o sea, el otro nos ve como proyección de su mundo interno, a través de simbolismos resultantes de vivencias anteriores.
Toda esa dinámica del psiquismo suele ocurrir cuando, siendo todavía pequeños, buscamos solucionar determinadas tensiones emocionales. El funcionamiento elegido la mayoría de las veces es inconsciente y – por lo regular – siempre será en nombre de una “buena” supervivencia y adaptación al ambiente, añadidas a los recursos que poseemos en los momentos decisivos.
Atrévete ahora a imaginarte en la era del vacío, lugar donde las referencias son superficiales, sin mayores profundidades o cuestionamientos. Imagina cuánto riesgo corremos todos de ser contaminados por determinadas ideas de los medios de comunicación (¡no voy siquiera a mencionar el Gran Hermano!). Observa de qué modo estos medios convertidos en ejemplo pueden colapsar el desarrollo de posibles simbolismos saludables. Piensa en los niños que ahora están en formación buscando dinamizar la construcción y la perspectiva de la realidad. Éstos, probablemente, podrían seguir rumbos cimentados en recursos más estructurados y profundos, si no hubiesen sido arrasados por este tipo de influencias tóxicas. Con toda seguridad serían más auténticos.
A veces estas tensiones surgen de modo bastante perturbador, y cuando son todavía muy pequeños no tienen posibilidad de elegir, de desarrollar o de echar mano de recursos eficientes para solucionar situaciones en las cuales todavía nada absolutamente está claro, aunque se necesite un camino a seguir para la construcción y definición de la propia identidad. En tales ocasiones, el cerebro hace uso de lo que tiene delante, como el ejemplo citado.
Siguiendo esta línea de razonamiento, podemos atrevernos a pensar que absolutamente todo lo que constantemente nos perturba en la actualidad, o sea, los “síntomas” indeseables, provienen de resoluciones disfuncionales que tuvimos en momentos anteriores de crisis, y que estas resoluciones permanecen congeladas en un tiempo cerebral, influyendo a más no poder sobre el yo presente.
Teóricamente, todos nosotros hemos salido de la edad en que el conflicto se instaló. Caminamos hacia delante y a través del aprendizaje y las percepciones nos hemos capacitado para desarrollar nuevos recursos, aunque continuamos recibiendo la influencia de los momentos en que las soluciones se congelaron mediante auxilio informativo de lo que había alrededor. Todo ello con la finalidad de constituir, de definir la comprensión de la realidad.
En el transcurso del tiempo los aspectos congelados acaban por funcionar como otro Yo, ahora irracional, y que se apodera del Yo actual confundiéndolo, dominando sus actos, actitudes, pensamientos y emociones.
Esto ocurre prácticamente en todo lo que vivenciamos, de lo cual nuestro Yo consciente no da cuenta.
Ejemplos de esto es lo que no falta… Como la persona que muerde las uñas, como aquel que en determinadas situaciones se pone explosivo, o muy tímido, y así sucesivamente…
A esto denominamos estados de ego.
Tú puedes pensar acerca de ti mismo, sobre cómo has venido funcionando, y extraer tus propias conclusiones…
La idea es vivir el ahora, acelerando la evolución personal, habilitándose para hacer elecciones deliberadas, asumiendo definitivamente el comando de uno mismo.
Determinando todo aquello que se desea, con la máxima claridad.
Para ello:
- Desarrollar el coraje para cambiar, descubriendo nuestra real identidad, es imprescindible, perentorio.
- Llevar a cabo el cambio de patrón de comportamiento y salir de la repetición no es nada fácil, aunque extremadamente liberador. Requiere acción deliberada, y para ello hace falta conocerse a sí mismo.
Si percibes este intento como extremadamente dificultoso, busca ayuda profesional y sé feliz, esto es lo que realmente importa.
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