Hace unos 20 o 30 años atrás, en general ni los padres acostumbraban declarar con todas las letras cuanto amaban a sus hijos. ¡Los amaban, si, y mucho! Pero no lo decían. ¡Apenas lo demostraban, la mayoría de las veces!
Entre las parejas, entonces, el tan esperado te amo acostumbraba ser dicho y repetido solamente en la fase de la pasión, y ojo… digamos, con excesiva cautela.
Mirar a los ojos a alguien y decirle te amo era el equivalente a sellar un compromiso. La persona tendría que, de hecho, volverse responsable por quien cautivó, como inmortalizó Saint Exupery en su maravilloso libro El Principito.
Pero como sabemos, las generaciones se complementan, la cultura es dinámica y los tiempos cambian. Hoy, esa declaración llega a ser casi como un saludo diario, en muchos casos. Los adolescentes, entonces, efusivos como son, no se cansan de declararse a los amigos, los “amigovios”, los novios, ¡todo el amor que tienen para dar!
Hay quien considera esta practica un abuso, sin sentido y sin consistencia. Se banalizaron los sentimientos, se justifican los más críticos y reservados. En algunos casos, puede ser… pero no apostaría a ésta conclusión, así tan precipitadamente.
Claro que hay gente que dice sin ni siquiera imaginar como se siente y, principalmente, como es que se practica el amor de verdad. Esas personas, si, ciertamente no están considerando la profundidad y responsabilidad que el amor pide. Y cuando es así, concuerdo: ¡es preciso un tanto de pudor con el amor, porque es cosa seria!
Por otro lado, a pesar de que sea una cosa seria, también creo que debe ser una cosa leve, placentera, espontánea, fluida. Y siendo así, tal vez no precisemos resistir tanto a las declaraciones, a pesar de que debamos, siempre, hacerlas de modo sincero y consciente, sabiendo lo que estamos diciendo.
Resumiendo: ¡es posible amar mucho, y que bueno que sea así! Mas vale recordar que una declaración, cuando es hecha en alto y buen tono, toca al otro y genera en el una expectativa (¡o varias!). El modo como dices te amo puede ser comprendido de diversas formas, dependiendo de quien escucha.
Por lo tanto, más de que quedarse juzgando la cantidad de veces que las personas han declarado su amor, pienso que lo importante es sugerir una reflexión: además de las palabras, ¿de que forma hemos demostrado amor?
¿Hemos sido pacientes y tolerantes con nuestros amados? ¿Hemos oído lo que ellos dicen e nos hemos interesado por lo que sienten? ¿Nos hemos dispuesto a hacerlos felices?
Imperfectos como somos, ciertamente cometeremos errores, aún amando. Pero si nos volvemos y nos mantenemos atentos ahora, hoy, durante el mayor tiempo que conseguimos, tal vez consigamos comprender que decir te amo es como poner un lindo moño en un regalo. ¡Muy bien! Pero el regalo siempre es lo que somos. Y somos, fundamentalmente, lo que hacemos, ¡mucho más de lo que decimos!. Tal cual, sabiamente escribió Ralph Waldo Emerson: Lo que haces habla tan alto que no consigo escuchar lo que dices.
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