Piensa en prácticas sexuales que te generen asco, repulsión o vergüenza… Nuestra mente llama patológico o enfermizo a lo que se sale de nuestros límites de tolerancia (que, por supuesto, tienen que ver con nuestros límites de experiencia).
La mente tiene una zona ciega pero prepotente[1]: cuando no comprende algo no lo deja en paz. Ni hablar. Necesita igualmente entenderlo, darle un lugar, nombrarlo, darle una categoría. Y la manera que tenemos de darnos cuenta de que nuestra mente no entiende algo –en este caso, ciertas prácticas sexuales- es a través de las emociones. Las emociones indican que lo que estamos viendo nos sobrecoge. Ese sobrecogimiento no es tal. Es el resultado de que hemos llegado al límite que nuestra mente está acostumbrada a tolerar y a percibir como normales: lo que me da asco, repulsión, rabia no es sino un lugar en el que nuestra mente no está acostumbrada a estar. Ante el sadismo (si ello nos provoca repulsión) es como si la mente nos estuviera diciendo: “esto no sé lo que es. No lo he experimentado y, por lo tanto, no existe para mi. Lo llamaré depravado porque no lo comprendo”.
Invisiblemente existe un umbral tras el cual lo que vemos -como no dejamos de verlo- lo descartamos, lo negamos y lo necesitamos descalificar para ubicarlo, para controlarlo con los conceptos y las palabras. Pero resulta que los conceptos y las palabras son el escondite de la falta de experiencia. Si tuviéramos la experiencia del sadismo y, a partir de esa experiencia, hubiésemos decidido que no lo queremos hacer, entonces no habría sobrecogimiento ni estupor. Nuestra mente estaría tranquila porque ha tenido la experiencia y no le da más importancia que la de haberlo experimentado y haber elegido que no quiere más de eso (o sí quiere más).
Y lo que consideramos que escandaliza lo llamamos escándalo porque no sabemos dónde encajarlo o ubicarlo. Un escándalo es la imposibilidad mental de ubicar un hecho que sobrepasa la propia tolerancia. Por lo tanto, a lo que le llamamos escandaloso -sexualmente hablando- es a haber hecho un juicio sin base en la propia experiencia. Asi pues propongo que la tendencia a ver hechos depravados o perversos marca el límite de nuestra propia incompetencia e ignorancia.
Creemos que lo que nos genera repulsión tiene que ser enfermizo, cuando lo enfermizo está en lo inexpertos que somos y lo enanos mentales que nos sentimos cuando algo supera el límite de nuestro entendimiento
Ante algo que nos parece sexualmente desagradable (no sólo lo sexual, por cierto) la tendencia es entrar a descalificarlo sin reflexionar en profundidad el por qué de esa exagerada reacción en nosotros. Porque en sí, cuando estas conductas responden al directo y sencillo placer de realizarlas –y no generan dependencia ni problemas de relación con uno mismo ni con los demás- no tienen por qué ser indeseables, sino que tienen una razón de ser.
[1] O sea, pretende ver aunque no vea. Y como no ve, se lo inventa.
http://www.mentirasdelsexo.com/2009/11/%C2%BFpor-que-rechazamos-sexualmente-algunas-cosas/#more-295