Puede ser una escena sencilla: una cama, dos personas y una película. Los sexólogos recomiendan que si en la cama –como en la relación- anida la rutina, una noche de porno compartido puede reavivar el deseo y dar un empujón a la excitación.
La triada -de pareja, película y cama- puede generar el escenario perfecto para conjugar fantasías, crear la licencia para pedir concesiones y experimentar nuevas posiciones. Ante este panorama, sexólogos también opinan que el porno tergiversa las expectativas del sexo: los cuerpos, la duración, el tamaño del pene, la forma escultural de los cuerpos e incluso el bronceado.
Ver porno en pareja, como toda práctica sexual, debe ser algo consensuado, tanto el hecho en sí –la cama, el momento, el televisor- como en la elección de la película que se verá, para que se medie entre los gustos –softporn, hardporn- y así la excitación sea mutua y proporcional.
Obligar a alguno de los dos a verlo, si no está convencido, puede resultar en ser totalmente contraproducente. Se puede enviar el mensaje equivocado de que se busca una pareja igual de flexible, contorsionista y modelada a la que aparece en el video.