Hay un refrán, acertado en mi criterio, que dice: "dime de qué presumes y te diré de lo que careces." Ha venido ahora aquí a propósito de los significados que la tradición astrológica atribuye al par ascendente/descendente. Ambos puntos focales de la carta natal representan la línea del horizonte en el momento del nacimiento: el ascendente corresponde a lo que era visible en él en el momento de nacer, lo que estaba ante nuestros ojos al llegar al mundo, y el descendente, a nuestra espalda, lo que se ponía detrás cuando nacimos. Dirigiendo la mirada hacia el frente, nuestro ascendente, y detrás nuestro, el descendente, en la misma horizontal. De algún modo, es lícito sentar la analogía con el alba y el crepúsculo de nuestra vida. Con el ascendente, dimos comienzo a nuestra existencia, y de alguna manera, el sol salía para nosotros (aunque naciéramos de noche); con el descendente, algo se ocultaba cuando llegamos al mundo.
El ascendente se asocia a las características con las que nos presentamos ante los demás, la primera impresión que damos, el modo espontáneo de aparecer ante el mundo y de recibir la primera sensación del mismo. Es el canal directo por el que establecemos contacto con los otros, y la forma en que los otros nos reconocen, la apariencia que mostramos, y el modo en que podemos vincularnos a lo que nos rodea: a través del filtro personal que el ascendente establece, somos en relación y aparecemos ante los otros.
El descendente se asociaba tradicionalmente a la pareja que buscamos, y al tipo de gente por la que sentimos afinidad espontánea, a la que valoramos, y por la que sentimos respeto y aprecio profundo. Interpretaciones más recientes del símbolo, que incorporan las aportaciones de la psicología contemporánea, matizan su sentido y le otorgan más bien el de indicador de aquello que íntimamente reconocemos que nos falta. Y por eso, a veces, hay personas que buscan en la pareja la proyección de aquello que sienten como carencia interna.
Pues bien, de ahí al refrán con el que empezábamos, sólo hay un paso. En el ascendente se muestra y nos mostramos en la forma en que más seguros nos sentimos: se trata de aquel estilo personal espontáneo y directo del que en cierto modo estamos orgullosos, y que utilizamos como bandera y carta de presentación. A su espalda, el descendente indicaría entonces aquello de lo que carecemos, y las virtudes y talentos que nos faltan.
Los pares ascendente/descendente son fijos: a cada ascendente corresponde siempre un mismo descendente en oposición de 180º. Por lo tanto, si sabemos de lo que se presume, podemos decir de lo que se carece. Vista así, la rueda del zodíaco funciona a este respecto, y de modo muy simplista en la asignación de atributos y rasgos, de la siguiente manera:
-el ascendente Aries (asertivo y vehemente) esconde la necesidad de Libra (armonizador y equilibrado)
-el ascendente Tauro (hedonista y firme) precisa de las virtudes de Escorpio (intenso y profundo)
-el ascendente Géminis (curioso y volátil) se complementa con las características del descendente Sagitario (idealista y directo)
-el ascendente Cáncer (emotivo y compasivo) está diciéndonos que le urge una buena dosis de Capricornio en sí mismo (práctico y eficaz)
-el ascendente Leo (autoafirmativo y seguro) quiere llenarse de Acuario (altruista y rebelde)
-el ascendente Virgo (práctico y minucioso) demanda los talentos de Piscis (místico y empático).
La rueda se completa dándole la vuelta, y pasando a Libra como ascendente y su descendente en Aries. No deja de ser un mensaje, dicho así, del todo esquemático e impreciso, pero si se atiende cuidadosamente, voy comprobando que tiene mucho sentido para quien lo recibe. A mí, sin ir más lejos, que tengo un delicado ascendente en Libra, ligado a las formas y los formalismos, indeciso y perfeccionista, con voluntad espontánea de armonizar y poner orden, me conviene muchísimo integrar en mi vida la energía libre de Aries y su capacidad de autoafirmación sin complejos ni dudas. Cada uno sabrá si en lo suyo tiene algún sentido la analogía con el dicho que dijimos al principio, "Dime de qué presumes y te diré de lo que careces". Desde la astrología, el refrán está en lo cierto.