A veces, la hora exacta de nacimiento del consultante no es tan exacta: no se sabe, no la recuerdan, no está inscrita, se han perdido los registros... y el astrólogo debe arriesgarse a interpretar un mapa natal que quizá no sea el que corresponde en su totalidad a la persona que lo ha solicitado. El ascendente es muy volátil: pocos minutos de diferencia en la hora de nacimiento pueden hacer en algunos casos que sea distinto el signo que lo afecta. Sin embargo, he ido viendo algo que puede resultar significativo, y que cuando menos a mí, me parece curioso. Sabiendo que en el ascendente se expresan las tendencias más habituales de nuestro estilo de relación con los demás y con la realidad que nos rodea, el momento del encuentro en la puerta de la consulta entre el cliente y el astrólogo puede ser considerado un laboratorio excelente para evaluar instantáneamente cual es el ascendente del que acude. Al abrir la puerta, al darse la mano o saludarse, el consultante se ofrece tal y como su ascendente le conduce. Y veo que es así: el primer gesto, la actitud con que aparece, la compostura, y el tono y el contenido de la presentación son indicios muy poderosos en los que podemos ver los rasgos de un signo u otro operando en el ascendente. Alguien que entra preguntando, mirando aquí y allá, interpelando a las paredes... muy probablemente será ascendente géminis. Alguien que abraza, con fuerza, haciendo sentir materialmente su necesidad de contacto y estableciendo el canal de comunicación a través del cuerpo... muy probablemente será ascendente Tauro. Una mirada esquiva, perdida y oscilante entre la atención dispersa hacia el pasillo y la reconcentración en no se sabe qué profundidades interiores, con apariencia escurridiza... muy probablemente será ascendente Piscis....