"Lo imaginario no encuentra sus raíces profundas y nutricias en las imágenes; necesita primero una presencia más próxima, más envolvente y material. La realidad imaginaria se evoca antes de ser descrita. Así, la Luna es en el reino poético materia antes de ser forma; es un fluido que penetra al soñador. El hombre, en su estado de poesía natural y primera, no piensa en la luna que ve todas las noches, hasta la noche en que -durante el sueño o en la vigilia- viene hacia él, se le acerca, lo hechiza por sus gestos o le da placer o pena por su contacto. No conserva de ella la imagen de un disco luminoso ambulante ni la de un ser demoníaco que de algún modo estaría ligado a él, sino en primer lugar la imagen motriz, la imagen emotiva del fluido lunar que atraviesa el cuerpo...
¿Cómo decir mejor que la luna es "una influencia" en el sentido astrológico del término, una materia cósmica que a ciertas horas impregna el universo y le da una material unidad? El carácter cósmico de los recuerdos orgánicos no debe sorprendernos desde que hemos comprendido que la imaginación material es una imaginación primera. Imagina la creación y la vida de las cosas con las luces vitales, con las certidumbres de la sensación inmediata, es decir, atendiendo a la grandes lecciones cinestésicas de nuestros mismos órganos."