Para poder realizar cambios en nuestro cuerpo físico, es necesario conocer de donde partimos.
Es primordial aprender a escuchar nuestro cuerpo físico y atender sus necesidades más profundas.
El siguiente ejercicio te ayudará a explorar las zonas de tu cuerpo y te ayudará a crear una conexión más profunda con él.
Escucha su voz, e interpreta su lenguaje.
Para el siguiente ejercicio necesitarás unas hojas en blanco, lápices de colores y un bolígrafo.
Dispón de por lo menos 30 minutos para realizarlo sin interrupciones y en un estado de relajación.
Puedes ambientar tu espacio como prefieras, poniendo música suave, inciensos, aromas o velas.
Respira profunda y rítmicamente, centrando tu atención en los latidos del corazón.
Dirige tu atención en tu cuerpo, comienza a sentirlo y ser consciente de su presencia y de sus funciones.
Conecta con tu cuerpo.
En una hoja de papel, dibuja tu cuerpo.
Ahora, elige 4 colores para pintar tu dibujo:
Uno que represente para ti la negatividad.
Uno que represente para ti la tensión.
Uno que represente para ti el dolor.
Uno que represente para ti el amor.
Ahora dirígete a tu dibujo, ilumina con el color de la negatividad las zonas de tu cuerpo que no te gustan o que rechazas.
Indica al lado del dibujo porque dichas zonas no te gustan.
Con el color de la tensión, sombrea aquellas áreas de tu cuerpo donde sientas tensión.
No importa que este color se sobreponga al anterior.
Indica al lado del dibujo porque sientes tensión en esas zonas.
Ahora elige el color del dolor y sombrea las zonas de tu cuerpo donde sientes dolor, ya sea permanente o esporádico.
Describe el lado del dibujo las circunstancias o los momentos en que registras el dolor.
Por último elige el color del amor e ilumina con él las partes de tu cuerpo que te gustan y amas.
Menciona al lado del dibujo porque te gustan estas zonas.
Quédate por unos instantes en contacto con tu dibujo, mirándolo en su totalidad.
Si despierta alguna idea, sensación, imagen, propósito o sentimiento, escríbelo.
Vuelve a tomar contacto con el dibujo que acabas de realizar y focaliza tu atención en alguna área que hayas coloreado como dolorosa.
Cierra tus ojos y conéctate con esa parte de tu cuerpo.
Quédate con ella, intensifica y expande la sensación.
Lleva ahí tu respiración y siente como si respiraras a través de ese lugar.
Entabla un diálogo con esa parte de tu cuerpo.
Pregúntate, respóndete, conversa con tu cuerpo.
Escribe tus sensaciones e impresiones.
Ahora lleva tu atención a otra zona dolorosa y repite los pasos anteriores.
Siente esa parte intensificando tu conciencia de ella y dialoga libremente.
Continúa con el mismo procedimiento en todos los lugares que hayas coloreado como zonas de dolor.
Escribe toda la información que llegue a ti.
Permite que las emociones afloren y fluyan.
Puedes realizar este proceso con las zonas que desees, las zonas de tensión, negatividad o amor.
Nuestro cuerpo habla a través de su propio lenguaje, a través de las zonas que duelen, las propensas a enfermarse o lesionarse, en ocasiones sus señales son casi textuales, en ocasiones, tendremos que buscar muy en lo profundo el por qué.
Lo importante es abrirnos a escuchar su voz y aprender a proveer de amor aquellas zonas que lo necesiten.