La vida es una búsqueda y no una pregunta; un misterio y no un problema, y la diferencia es inmensa. El problema ha de ser resuelto, puede ser resuelto y debe ser resuelto; pero el misterio es insoluble: ha de ser vivido y experimentado. La pregunta, una vez resuelta, desaparece; para descubrir un misterio tienes que disolverte en él. El misterio permanece, el que desaparece eres tú. Es un fenómeno completamente diferente. En filosofía el problema desaparece, pero tú permaneces; en religión, el misterio permanece y tú desapareces: te evaporas.
El ego está muy interesado en las preguntas y tiene mucho miedo al misterio. Las preguntas surgen del ego, que juega con ellas y trata de encontrar las respuestas; pero cada respuesta genera a su vez más preguntas. Es un proceso interminable; por eso la filosofía no ha llegado a ninguna conclusión.
Las preguntas son alimento para la mente.