Hay dos formas de abandonar a un niño. Yo me puedo alejar física y/o emocionalmente lo mas lejos posible y esto es una forma de abandono comúnmente entendida por todos.
Pero hay otra forma de abandonar a un niño que es sobreprotegiéndolo. Me acerco tanto a él, adelantándome a sus necesidades, a sus deseos, a sus cuidados que le privo de la posibilidad de reconocer y experimentar sus propios recursos como persona con lo que lo invalido fortaleciendo un vínculo dependencial.
El papel de estos padres sobreprotectores es saber gestionar su propia angustia como padres, ya que si no lo hacen, en realidad no protegen al hijo sino que tratan no conscientemente de protegerse ellos mismos, de no sentir esa angustia abandonando las necesidades de crecimiento saludable de sus hijos.
Asumamos entonces nuestra propia angustia.
María Lusarreta Ayestarán