Quizás tú seas una de esas personas que viven sacrificándose por los demás, especialmente por sus seres queridos, pensando en que sin ellas, los demás estarían completamente perdidos...
Pero lo cierto es que las personas que se desviven por atender demasiado a los otros suelen tener dificultades en sus relaciones personales.
Cuando tienes la programación de ser un cuidador, haces desesperadamente lo que sea para asegurarte de que tus seres queridos se sientan valorados y apoyados por ti en todo momento, aunque eso implique, la mayoría de las veces, cancelar, postergar e ignorar tus citas y actividades personales, tus deseos y anhelos, sin darte cuenta de que has perdido tu espacio personal, tratando de lograr que los demás te vean con buenos ojos.
Si no tienes claro lo que te gusta o te disgusta; si tu principal preocupación es complacer a otros; si alteras tus planes todo el tiempo para incluirlos o satisfacerlos, o ves a esa persona como la fuente que te da la felicidad o infelicidad... es posible que seas adicto a vivir en función de los demás.
Pregúntate qué pasaría si dejaras de salvar a los otros. La respuesta a esta pregunta seguramente te mostrará cuáles son las creencias, los temores y las necesidades que están ocultas detrás de ese comportamiento que te lleva a sacrificar tus derechos y tus verdaderos sentimientos.
Recuerda que cuando te vuelcas demasiado a complacer y proteger a una persona, puedes hacerla sentir incapaz y dependiente y hasta obstaculizar su desarrollo y la oportunidad de disfrutar el éxito personal, sin quererlo.
Claves para ser más asertivo en tu relación con otros.
Expresa directa y claramente lo que quieres. La próxima vez que te pregunten qué quieres comer o dónde te gustaría ir, piénsalo y responde con espontaneidad. Deja que los demás expresen por sí mismos lo que piensan de tu idea, sin suponer lo que dirán para ajustar tus gustos a los de ellos.
Elige las palabras o las frases adecuadas. Si alguna persona te pide más de una vez el favor de hacer algo que no te gusta, que no quieres o no tienes el tiempo de hacer, expresa con firmeza y gentileza tu negativa. Hazlo sin sentirte culpable o temeroso de su reacción.
Tómate el tiempo para pensar antes de hablar. Si respondes inmediatamente y sin pensar, seguramente terminarás repitiendo tu comportamiento para sentirte, unos minutos más tarde, frustrado y molesto. Piensa qué es lo que quieres decir o hacer verdaderamente y exprésalo con libertad. Si te quieren verdaderamente y por el interés de lo que necesitan de ti, lo comprenderán y lo aceptarán sin problema.
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