¿A dónde vamos con tanta prisa? La paciencia es una actitud que nos enseña a estar en paz con nosotros mismos y con los demás.
Cuando dejamos de lado la prisa y las exigencias propias de nuestro estilo de vida, nuestro mundo se torna más amable y lleno de posibilidades. Es importante entender que hay un tiempo y un lugar para cada cosa y que en la medida en que logramos asimilarlo, podemos organizar de una mejor manera nuestro tiempo y agenda.
Cuando nos armamos de paciencia somos capaces de afrontar el tiempo de espera de cada proceso y las dificultades de una forma más constructiva y positiva, podemos reconocerlas como parte de nuestro aprendizaje y como una oportunidad para dar lo mejor de cada uno de nosotros cuando llegue el momento.
Asumir la vida cotidiana como si fuese una especie de carrera contra el tiempo nos lleva a enfrentar varios riesgos: la ansiedad, el mal humor, la intolerancia, la dispersión, el nerviosismo y la pérdida de la serenidad. Aprendamos a desacelerar nuestra forma de actuar y a recuperar el ritmo acompasado que lleva la vida.
La paciencia nos ayuda a prevenir la ira y la frustración, que son dos emociones muy negativas que atentan contra nuestro bienestar. Gracias a ella somos capaces de aprender a aceptar tanto aquello que se presenta de forma inesperada como las diferencias que existen producto de la diversidad, buscando resaltar, siempre, los elementos afines y positivos que existen entre nosotros.
Quien se acostumbra a hacer todo cada vez más rápido se siente tentado a tratar de hacer varias cosas al mismo tiempo, viviendo en la ilusión de que puede hacerlo todo y muy bien. Pero lo cierto es que, en la mayoría de los casos, no consigue terminar nada y esto le provoca más ansiedad, envolviéndose en un círculo vicioso de estrés, frustración, ira, impaciencia y fracaso.
La paciencia es un mediador entre nuestro mundo interior, pensamientos, sentimientos y sensaciones, y el mundo exterior; todo lo que ocurre a nuestro alrededor y lo que se genera a través del contacto y la relación con otras personas. Ella nos permite conciliar ambos mundos, y alcanzar nuestros propósitos personales con menos desgaste.
A veces, cuando el desarrollo de los acontecimientos no coincide con nuestras expectativas, tenemos la tendencia a cargar con la culpa de lo que sucede a los demás, evadiendo aceptar nuestra responsabilidad y disposición a corregir nuestro error lo más pronto posible.
Cálmate
Esta semana quiero compartir con ustedes la siguiente historia...
"Un día, Jaimito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto.
Su padre lo llamó. Jaimito acudió, diciendo en forma irritada:
- 'Papá, ¡te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo, ¡tengo ganas de golpearlo!'.
Su padre, un hombre simple pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo, quien continuaba diciendo:
-'Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso!
Me gustaría que él se enfermara para que no pudiera ir más a la escuela'.
El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, de donde tomó un saco lleno de carbón, el cual llevó hasta el final del jardín y le propuso:
- '¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver cómo quedó'.
El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones, pero como la tendedera estaba lejos, pocos de ellos acertaron la camisa.
Cuando el padre regresó, le preguntó:
-'Hijo, ¿qué tal te sientes?'.
- 'Cansado pero alegre. Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa'.
El padre tomó al niño de la mano y le dijo:
- 'Ven conmigo, quiero mostrarte algo'.
Lo colocó frente a un espejo que le permitía ver todo su cuerpo... ¡Qué susto!
Estaba todo negro y solo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo:
-'Hijo, como pudiste observar, la camisa quedó un poco sucia, pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros mismos'".
A pesar de las tensiones y dificultades de la vida diaria, debemos aprender a controlar nuestra agresividad, aprender a calmarnos y actuar con responsabilidad en lugar de reaccionar.
La agresividad es un gran enemigo a vencer. Y no importa si la dejas dentro de ti o lo dejas escapar, las consecuencias te hacen tanto daño a ti como a los demás. Aprende a canalizarla, de manera que no perjudiques a nadie más. Busca la serenidad.
http://www.estampas.com/cuerpo-y-mente/mente-y-espiritu/131215/los-beneficios-de-la-paciencia