¿Te suena conocida esta expresión? Cuántas veces nos hemos sentido profundamente afectados por la carga emocional que acompaña el comentario de otra persona, sobre todo, si es cercana y nos es querida...
Y cuántas otras hemos tratado de expresarle nuestro malestar al respecto, sin lograr que se dé por aludida o acepte el hecho de que tal vez haya un mensaje oculto en sus palabras o que estas vengan acompañadas de unas emociones que no se corresponden con lo que estamos conversando o compartiendo.
Es muy importante aprender el arte de saber decir bien las cosas, de usar las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos de la mejor manera y ojalá sin ninguna intención oculta detrás de ellas que pudiera ser percibida claramente por las demás personas, haciéndonos perder inmediatamente la confianza por parte de ellas, teniendo como consecuencia el corte de la comunicación.
Conocer cuáles son nuestro verdaderos sentimientos, pensamientos e intenciones al momento de expresarnos es determinante para lograr una buena comunicación. Y si estamos afectados emocionalmente o perturbados por alguna circunstancia externa o ajena a las personas con las que vamos a conversar, deberíamos tener la madurez que nos permita sugerirles otro momento para conversar, con la intención de recuperar la calma y la claridad que necesitamos para hacerlo.
El tono de la voz, el énfasis que hacemos en ciertas frases, la expresión corporal, las emociones que envuelven nuestros comentarios y las palabras que usamos, determinan la calidad del mensaje que les enviamos a las demás personas.
Existen dos formas de decir las cosas: la primera, calmada, clara y constructiva, que consiste en expresar lo que pensamos y sentimos de forma objetiva, con la intención de aclarar, solucionar o aportar algo a la discusión, a la situación, al proyecto o a la relación que compartimos.
Y la otra, cuando al dejarnos llevar por las emociones alteradas, por el estrés o por la prisa, decimos algo que en realidad no pensamos o no sentimos y que en lugar de favorecer la comunicación la entorpecen, llevándonos, incluso, a dañar la relación que mantenemos con esa persona.
Cuando nos dejamos llevar por la reacción, terminamos arrepintiéndonos la mayoría de las veces de haberlo hecho.
Tomemos la decisión de resistir nuestras reacciones negativas para cambiarlas por una actuación consciente que nos permita expresarnos y responder siempre de la mejor manera.
Tal vez lo más importante sea asumir la responsabilidad de no afectar a la otras personas con nuestro malestar, buscando y haciendo uso de las herramientas que nos permitan canalizarlo y superarlo lo más rápidamente posible.
http://www.estampas.com/cuerpo-y-mente/mente-y-espiritu/140202/no-es-lo-que-dices-sino-como-lo-dices