Todo efecto tiene su causa. Toda causa… tiene un efecto.
Vivimos el efecto. Lo experimentamos. Lo sentimos.
Nuestras finanzas se tambalean… o los ingresos aumentan.
Nuestra relación se deteriora… o nos celebramos en ella.
Nuestro cuerpo engorda… o disfrutamos en él la vida.
El negocio quiebra… o prospera.
La depresión entra… o la pasión se expresa.
Efectos.
Consecuencias.
Resultados.
Pero…
¿Cuál es la causa?
No la que la mayoría cree. Sino la verdadera causa.
La ilusión, la hipnosis, están en vivir como si la causa de todo eso, de todo lo que nos pasa, es una: la acción.
Lo que haces.
Lo que hiciste.
Lo que dejas de hacer.
Lo que dejaste de hacer.
Desde esa confusión (entre lo que hemos creído que es la causa, y lo que en realidad es la fuente de lo que se manifiesta), lo que queda es una conclusión:
Hacer algo diferente.
Hasta Einstein lo decía:
“La locura está en pretender obtener un resultado diferente, haciendo siempre lo mismo”.
Me atrevo a decir que Einstein, en eso, estaba un tanto equivocado.
No porque su declaración no tenga sentido. Lo tiene. Es lógica.
Pero es una lógica que se sustenta en una premisa que es parte de una hipnosis en la que hemos estado sumergido:
Es un asunto de acción. Y todo resultado es consecuencia de ella.
Desde ahí, desde la convicción hipnótica de esa ilusión, se nos va la vida haciendo.
Buscamos hacer diferente. Estamos convencidos que de lograrlo, los resultados serán otros.
Porque creemos que el poder está afuera. En las circunstancias. En lo que ocurre. En lo que parece sólido ante nuestros sentidos.
Por lo tanto, avanzar, progresar… ser exitosos… implica ejercer control sobre aquello que tiene el poder.
¿Cómo? A través del hacer.
Tomamos acción para cambiar. Hacemos para lograr.
Y en la hipnosis, creemos que si hacemos lo mismo que otros han hecho (o que tal vez nosotros mismos hicimos en el pasado), obtendremos los mismos resultados.
Si la izquierda de la equación es la misma, a la derecha del “=” tiene entonces que dar igual.
Pero por seductora que parezca la presuposición (ya que nos da una ilusoria expectativa de control), en la práctica se hace inconsistente.
Sí. A veces ocurre. Haces lo mismo. Obtienes lo mismo.
Pero otras veces no.
En ocasiones nos sorprendemos (a veces en el éctasis de lo divinamente inesperado).
Ocurre lo que no esperábamos. Lo que no tiene correlación con nuestro hacer. Lo que resquebraja la certeza de lo que creíamos que era la causa de todo.
Entonces… ¿cuál es la alternativa?
Algunos la siguen poniendo afuera: la causa de las actuales circunstancias, son las circunstancias que las precedieron.
Ya no es lo que se hizo, sino las condiciones iniciales que dispararon la reacción (y acción), en cadena.
Pero eso sigue sustituyendo una hipnosis por otra: la de la acción por la de la condición original como causa de lo que ahora es.
Y no importa en cuál de las dos sigamos sumergidos, la solución lógica (pero ultimadamente ineficaz), es la misma: el hacer.
¿No estás cansado de hacer?
¿No estás cansado de intentar controlar, cambiar, mejorar y arreglar lo que vives, a punta de hacer?
Vivir en la hipnosis usualmente se traduce en…
Trabajar más… y más duro.
Esforzarte más… y con mayor determinación.
Buscar interminablemente otra cosa más a intentar.
O sucumbir antes la idea de que no eres capaz. No está en ti lograrlo… porque no está en ti la capacidad para actuar como quienes sí lo han logrado.
La historia no termina ahí. Más bien se repite.
Reforzamos nuestra determinación por esta vez hacerlo diferente (ya que no queremos que Einstein nos tilde de locos)…
…o nos invalidamos, y de alguna forma nos minimizamos, al juzgarnos por nuestro hacer y no hacer.
En cualquier caso, reforzamos la convicción. Esa que nos mantiene hipnotizados:
La causa de todo—y por ende, la solución a todo—es la acción.
Algo adicional ocurre en esta dinámica: también reforzamos la idea del “entonces” como el momento ideal.
“Cuando lo logre… entonces seré feliz”.
La acción como foco y prioridad de nuestros deseos de transformación, nos ponen en el después. Un después que nunca llega, ya que siempre existe… después.
“Después de hacer esto… es que podré tener… y entonces ser”.
Desde esta hipnosis, la acción nos mantiene fuera del aquí y el ahora, perénnemente anticipando lo que vendrá después de nuestro hacer.
¿Te das cuenta?
Es una historia sin fin. Una carrera interminable.
Por si esto no fuera sucificente, esta hipnosis de la supremacía de la acción nos lleva a la desvirtualización de nuestro ser.
Somos, según lo que hacemos. Así terminamos definiéndonos.
Lo que hago. Lo que hice. Lo que puedo hacer. Lo que no puedo hacer…
Lo que hice mal. Lo que no sé hacer…
Desde ahí termino juzgándome y definiéndome.
Como si fuera un hacer humano en vez de un ser humano.
Como ante cualquier hipnosis, la posibilidad de despertar yace en la expansión de nuestra consciencia.
En la oportunidad de sustituir las creencias que sustentan la hipnosis, por una interpretación más fiel a cómo la vida y nuestra experiencia de ella, funcionan.
La causa de lo que es no está en las circunstancias, ni en lo que creamos que podamos hacer con ellas.
No está en el pasado. No está en lo que hicimos. Ni en lo que dejamos de hacer.
Está, por simplificar la idea, en el ser.
Es decir…
No es un tema de lo que aparenta estar afuera ni de nuestros intentos de manipularlo a través de la acción.
Es una cuestión de operar, en el único momento que existe: aquí y ahora, desde la alineación vibracional y la consciencia de tu verdadero Ser.
De ahí que moverte realmente hacia una experiencia diferente y más plena de vida, no es cosa de hacer… sino de Ser.
http://elpoderdeser.com/no-es-cosa-de-hacer-sino-de-ser