Un estado mental es una predisposición a interpretar los hechos de un modo determinado. Cuando hablo de un estado de ánimo, en cambio, me estoy refiriendo a la emoción o falta de ella que experimentas en un momento determinado. Cuando no experimentas ninguna emoción en particular, decimos que estás equilibrado o en un estado de equilibrio.
Un hecho que tal vez te sorprenderá es que tú mismo provocas tus estados de ánimo a través de lo que te dices a ti mismo, es decir, tu diálogo interno. La gente suele pensar que sus estados de ánimo, o sea las emociones que experimentan, se deben a lo que les ocurre, pero no es así. En realidad, se debe a la interpretación que hacen de lo que les ocurre. Esa interpretación es causada por un estado mental, el cual a su vez proviene de un sistema de creencias.
Los fenómenos meteorológicos son con frecuencia la causa de emociones. Supongamos que comienza a llover. La lluvia es un hecho que puede generar emociones diferentes en una persona de la ciudad y en una persona del campo. Para la persona de la ciudad, la lluvia puede significar problemas en el transporte; se sentirá desgraciada. Para la persona del campo, la lluvia puede representar una cosecha mejor; se sentirá afortunada. En cada caso, la emoción no se debe a la lluvia en sí, sino a la interpretación que la persona hace de la lluvia.
La interpretación que una persona hace de un hecho puede variar según el estado mental de la persona. Un estado mental, como ya lo dice su nombre, es algo transitorio; es algo en que uno está, no algo que uno es. Sin embargo, existen estados en los que cada uno está la mayoría de las veces (es decir, a largo plazo) y ello es debido a la constitución fisiológica y al sistema de creencias.
Tomemos, por ejemplo, dos estados opuestos que son de suma importancia para la felicidad de las personas: el optimismo y el pesimismo. Recordemos que la felicidad es en sí un estado de ánimo; no existe la persona que esté feliz el cien por cien del tiempo. Decimos sin embargo que una persona es una persona feliz cuando es feliz la mayor parte del tiempo. Pues bien, el optimismo y el pesimismo tienen directa incidencia en la felicidad de la persona.
La persona optimista tiene más posibilidades de ser feliz que la persona pesimista por la simple razón de que, aunque las cosas le vayan mal, siempre piensa que van a mejorar. De esta manera nunca es completamente desgraciada. La persona pesimista, por el contrario, piensa que las cosas siempre van a empeorar, por lo cual nunca puede ser feliz.
Como puedes ver, lo que te dices a ti mismo condiciona como te sientes y tu felicidad a largo plazo. Si constantemente piensas que todo va a mejorar, te sentirás menos desgraciado y, a largo plazo, serás una persona feliz. Si constantemente piensas que todo va a empeorar, te sentirás más desgraciado y, a largo plazo, serás una persona infeliz.
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