Me gusta la definición de que verbo siempre indica una acción, la encuentro muy gráfica. Lo que ocurre es que entre estos dos verbos que parecen iguales la diferencia en la acción es muy significativa según mi punto de vista, sobretodo en las relaciones románticas.
Si os fijáis nosotros acostumbramos a utilizar mucho el verbo querer en las relaciones amorosas. Yo quiero a Pepit@, nos suena la mar de bien. No decimos yo amo a Pepit@, ni yo estoy enamorado de Pepito. A mí personalmente me gusta mucho la expresión inglesa “In love”, textualmente “en Amor”, que es nuestro en-amor-ad@. Me pasa con muchos términos ingleses, tal vez por ser menos comunes para mí, les presto más atención. Los encuentro más contundentes, más gráficos, más precisos. ¡En Amor, toma ya! ¿No diréis que no suena genial? Y que me decís de lo de “Fallen in love”, caer en amor, es ¡auténtico!
Os explico porqué yo encuentro diferente querer y amar.
Para mí querer es desear algo, es muy apropiado cuando hablamos de que queremos una pareja que tenga piso, coche, dinero, planta, cultura… todo lo que queráis añadir. Yo quiero para mi indica posesión, pertenencia, ser dueño de algo o alguien. Al ser el amo y señor puedes intentar cambiar al otro, manipularle, utilizarle o como mejor os guste definirlo sin que os resulte ofensivo.
¿Que pasa con amar? Es totalmente diferente, amar es dar, es entregarse, es importarte primero el otro, es pensar en otro antes que en ti. Por eso lo encuentro absolutamente diferente.
Yo siempre digo que por nuestros hijos sentimos un amor incondicional. Hay quien lo discute, pero en personas sanas y normales, esto es así. Quien no ha dicho de joven: Por esto no paso. Yo esto no lo aguantaría. Mis hijos no me harán NUNCA tal cosa. Y por nuestros hij@s hemos pasado por esto, hemos aguantado esto y nos han hecho tal cosa, y suma y sigue. Por estos motivos digo que es un amor incondicional, donde nunca nos planteamos lo que damos y lo que recibimos. No cuestionamos que les amamos, les aceptamos con sus virtudes y con sus defectos, les amamos con y desde el corazón y somos capaces de hacer y de aguantar lo que no está en los escritos por darles gusto y por tratar de que sean felices.
Ahora que he explicado lo que para mi es amar, entramos en el quid de la cuestión. Cuando traspasamos el amar a las relaciones románticas, ¿que ocurre? es imposible no entrar en discusiones con el mundo. Sin ir más lejos, el otro día hablábamos de esto y alguien me decía: Pero si yo amo así y la otra persona no ¿Qué ocurre? Fácil, pues simplemente que probablemente te quiera, pero desde luego no te ama. Si es amor, tiene que ser así, bidireccional, incondicional. Cuando amamos nos centramos en ver las virtudes y cualidades del otro, se las hacemos saber, no nos centramos en sus defectos y en machacarle constantemente lo que no tiene, sino que potenciamos lo que tiene, crece, adquiere seguridad en si mismo y es mejor persona. Con esto no estoy diciendo que no neguemos los defectos de la otra persona, que sus gustos sean diferentes, que sus intereses no siempre coincidan, que tenga su espacio, no se trata de ponerse una venda en los ojos y ser un estúpido, para nada, se trata de la aceptación, exactamente lo mismo que hacemos con nuestros hijos. Pensad un momento, con nuestros hijos no actuamos con aquello de me ha hecho esto, yo te voy a hacer lo otro. Con ellos una discusión no es una ruptura. Con ellos decirles te estas equivocando no es una ofensa. Con ellos decirles no me gusta como actúas no es una afrenta. Con ellos no nos vengamos, les corregimos, peleamos y como lo hacemos siempre desde el amor más profundo, NO PASA NADA MALO. Con ellos no ponemos en la balanza lo que damos y lo que recibimos porque sabemos que nos dan sólo lo que pueden darnos, sin más. Aceptamos y amamos.
Muchos diréis que en las relaciones románticas nos podemos encontrar con quien no valore nuestro amor, se acostumbre, no nos corresponda y nos acabemos cansado. Cierto, tenéis toda la razón, pero llegado el caso quien pierde más ¿el que da o el que siempre ha estado recibiendo? Si nos cansamos de dar no nos iremos con el corazón roto, si no tranquilo y en paz, y quien nos pierda, cuando pase un día, un mes o muchos años y se dé cuenta de lo que ha perdido ¿Cómo creéis que se sentirá? Y en todo caso si nunca se da cuenta, que más nos da si nosotros no hemos recibido nada, nada encontraremos a faltar. ¿No os parece?
El amar, también es a veces perder, soltar, dejar, desaparecer de la vida del otro, si pensamos que para el otro es lo mejor y el amar implica que cuando el objeto de nuestro amor tiene otra pareja, deseemos con todas nuestras fuerzas que sea la mejor del mundo, que le ame más que nosotr@s, que le vea con nuestros ojos, porque lo que queremos es que el otro sea feliz aunque en este hecho a nosotr@s se nos parta el alma. El tiempo de aprendizaje que necesita el saber amar, implica muchas veces el jugar y el perder, y aprender a perder es en sí un acto de amor. Es el perder sin rencor, sin culpar, tan sólo reconociendo que a quien amamos ya no nos ama. Si me permitís el símil traspasado a los hijos es cuando eligen una pareja que no nos gusta y nos deshacemos en caerle bien, eso no implica que el día que ya no es su pareja nos alegremos enormemente, no es la necedad, es la aceptación. Todos cuando hacemos repaso de nuestra vida, sabemos por quien nos hemos sentido amados y por quién no, y esa o esas personas que nos amaron, siempre tendrán un sitio en nuestro corazón o en nuestra alma, del resto no recordamos ni sus nombres, por lo cual el amor tanto dado como recibido perdura siempre y son los recuerdos que nos consuelan en nuestros momentos bajos.
Después de esta exposición, no creéis que si nos plantemos las relaciones de pareja así tendríamos menos conflictos. Tal vez sea una ilusa, pero si amamos ¿que podemos perder? Siempre he dicho que lo que se ve de nosotros no es lo que somos, si no los ojos de quien nos miran. Si miramos con amor haremos crecer al otro y cuando no tenga nuestra mirada, siempre estará más alto de lo que le encontramos, con lo cual sólo existe la posibilidad de hacerlo bien. Si además nos miran con amor y crecemos nosotros, ¿que más podemos pedirle a la vida? ¿No vale la pena intentarlo?
A estas alturas del camino, creo que de verdad es lo único que vale la pena, lo otro es otra cosa, pero no es AMOR.
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