Habrá quienes defiendan que quien mucho lo piensa, no lo hace. Ese refrán, cuando mal interpretado, puede dar paso a errores desastrosos. Por tanto, antes de ir por ahí actuando alocadamente, basándote solo en impulsos y emociones engañosas de la inteligencia, párate, respira hondo ¡y reflexiona!
¡Sí! Quienes son capaces de darse cuenta de sus propias emociones, especialmente las avasalladoras, las que se adueñan de la razón obnubilando el sentido, tienen más posibilidad de salirse bien en el amor y en la vida en general.
Claro, hay que tener en cuenta que pensar en exceso no es bueno, pero también que no pensar puede ser una trampa extremadamente peligrosa. Los sentimientos como ira, celos, inseguridad y miedo son motivadores perfectos para actitudes equivocadas.
Cuando permitimos que nos embarguen los sentimientos que provocan nuestro ego y nuestro orgullo, perdemos el sentido. Perdemos la capacidad de ver con claridad lo que de hecho está ocurriendo. Y lo que es peor: tendemos a considerarnos llenos de razones y certidumbres que, muy probablemente, no tenemos.
Así, tendemos a no tener en cuenta las razones del otro, a no oír lo que él nos dice, a cometer injusticias y a tomar decisiones de las cuales nos arrepentiremos más tarde, cuando volvamos a la conciencia y la inteligencia se imponga.
Para no correr el riesgo de que sea demasiado tarde para reparar los estragos que ha causado tu impulsividad, lo mejor es aprender a lidiar con ella. En el momento en que adviertas que la sangre te hierve y se sube, recuerda: ¡es hora de emplear tu perspicacia! ¡A fin de cuentas, nadie quiere ser burro, mucho menos consigo mismo, corriendo el riesgo de echar a perder lo que le es muy querido e importante!
Perspicacia, en este caso, significa: no es momento de actuar. No es momento de hablar. No es momento de elegir ni de tomar decisiones. Es momento de esperar, de permanecer en silencio. Lo ideal, siendo posible, es respirar profunda y atentamente. Relajar los músculos, aliviar las tensiones de los hombros y del maxilar. Caminar también es providencial…
Más tarde, preferentemente al día siguiente, trata de observar el todo, revisar tus conceptos de forma más equilibrada y justa. Escríbelo en un papel si consideras que esto puede aclarar mejor las cosas. Pregunta, habla, escucha, escucha, escucha. Si entiendes que necesitas más tiempo, pídelo. Si no, habla, expón tus sentimientos y pensamientos, cuenta tus decisiones, adopta tus actitudes.
Por fin, ejercita tu sabiduría y avisa: si llegas a la conclusión de que estabas equivocado, admítelo y pide disculpas. Así, mucho más dueño de ti y de tu vida, aumentarás considerablemente tus posibilidades de acertar ¡y no solo de serlo tú, sino, además, de hacer a las personas de tu entorno mucho más felices!
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