Ser impulsivo tiene muchas consecuencias negativas, ya que las personas no pueden crear un filtro entre lo que sienten o desean, y sus actos. Imagina que corres por una pendiente y cada vez adquieres mayor velocidad. De pronto se atraviesa una persona en tu camino, pero no puedes frenar, ¡vas demasiado rápido! Terminas estrellándote contra ella y ambos se llevan un buen golpe. Así le sucede a ciertas personas: la incapacidad para frenar es la impulsividad.
Por fortuna, tenemos la capacidad de controlar las emociones para que no suban de volumen. Hay quienes son más prudentes y mesurados, y hay a quienes poner ese freno les cuesta mucho trabajo. No siempre les es posible dominarse.
La capacidad que tenemos para controlar y mantener a raya lo que sentimos, o las decisiones que tomamos, es el autocontrol. Toma nota de estas estrategias para ejercitarlo y así reducir la impulsividad:
Conoce tus puntos débiles. Sé consciente de qué es lo que saca lo peor de ti: puede ser una palabra, una situación, o incluso la forma de ser de alguna persona. Cuando lo identifiques, podrás lidiar con ello más fácilmente.
El poder de la retirada. Si notas que estás muy invadido por una emoción, es muy útil que aprendas a retirarte: aléjate de la situación que te provoca el malestar para evitar que tomes alguna decisión bajo su influjo. Recuerda: ¡nunca tomes decisiones cuando estés en medio del torbellino de la emoción!
No pierdas de vista a tus emociones. Las emociones son el termómetro de la vida. Conocer cómo te sientes y el nivel de intensidad con que experimentas cada emoción te ayudará a controlar tus decisiones. Si tu cuerpo te envía señales de que el enojo se está saliendo de control, puedes planear una retirada o empezar a relajarte. Pero si te esperas demasiado, puede que el enojo te controle y ya no puedas dar marcha atrás.
Pensar, pensar. Si identificas que en ocasiones decides impulsivamente, un buen ejercicio es que postergues el tener que decidir. Piensa las cosas más de una vez y date el suficiente tiempo para reflexionarlo. ¿Quieres un postre? No te lo compres enseguida: espera y fíjate si en una hora aún tienes ganas de comerlo.
El autocontrol es básico para responder de forma adecuada a los problemas y situaciones que se presentan en la vida. Y, como todo, requiere de práctica constante, autoconocimiento y esfuerzo. ¡Sigue nuestros consejos y empieza a transformar hoy mismo el “así soy yo” por el “así puedo llegar a ser”!
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