Todos los ámbitos de la vida se ven afectados por nuestra autoestima pues ésta es el valor que nos damos a nosotros mismo, el sentido y pertinencia de nuestras habilidades, así como el concepto que tenemos de nuestro cuerpo, el significado que damos a nuestra existencia.
Un niño o adolescente que se sabe valioso y aprecia aquello que visualiza como propio, no se siente disminuido si pierde o si necesita ayuda pues sabe que es parte de su proceso de aprendizaje, asume retos y se esfuerza, convive con los otros bajo el concepto de respeto.
Pero, ¿cómo podemos generar el espacio y cobijo necesario para que nuestros hijos tengan un concepto de sí mismos positivo y no amenazante?
Elogiar por las habilidades y cualidades reales: Maximizar habilidades o características no reales en nuestros hijos genera confusión y como padres no podemos compensar o colocar mecánicamente conceptos positivos al interior de nuestro hijo. Tiene que ser él/ella quien relacione lo que le decimos con lo que ve en sí mismo, ser realista.
El respeto se enseña con el ejemplo: No podemos esperar que nuestros hijos se respeten a sí mismo si nosotros mismos los menospreciamos o los juzgamos duramente por sus errores. Toda equivocación es un momento para reflexionar sobre lo que podemos aprender. Al respetarlos les enseñamos a cómo respetarse y cómo el resto de su entorno debe hacerlo.
Lo perfecto es inalcanzable: Todos nos equivocamos, tenemos errores y caemos en incongruencias. Si fungimos para nuestro hijo sólo como un recordatorio de lo mal que lo ha hecho y lo mucho que le falta por mejorar, sólo motivaremos una desestimación de sus logros y de su esfuerzo.
Escuchar y responder: Indicar a nuestros hijos que lo que dicen y piensan merece ser escuchado y valorado, maneje turnos y no interrumpa aunque no esté de acuerdo con lo que su hijo dice o expresa. Cuando llegue su turno de responder, procure permanecer calmado e indicarle lo mucho que le ama y lo que vale para usted.
Enséñelos a tomar decisiones y asumir responsabilidades: Tomar decisiones sólo se aprende tomando decisiones y aceptando las consecuencias de nuestras elecciones. Para los niños pequeños puede ser algo sencillo y en apariencia simple como ayudar a poner la mesa, que él elija cómo acomoda sus juguetes o decora su habitación, así como para los adolescentes implicará enseñarles a lavar y doblar su propia ropa, o tener la responsabilidad del aseo y decoración de su cuarto. Si ellos tienen la posibilidad de hacerlo (físicamente hablando) es importante que experimenten su potencial.
Ayude a explotar las habilidades de su hijo: Buscar espacios de convivencia, actividades que sean de su agrado, así como juguetes y juegos que fomenten su capacidad. Probablemente, de manera inicial, tenga cierta renuencia a experimentar algo nuevo, pero si abiertamente expresa lo mal que lo pasa y lo inadecuado que se siente, vale la pena evaluar si viene desde nosotros ese deseo de fomentar una habilidad que no forma parte de su personalidad y minimizamos alguna otra que sí pudiera llegar a satisfacerlo y hacerlo sentir con un valor propio.
Lic. Esther Solís Torres