Autora: Lic. Elda Bartolucci
La persona que ha sufrido una pérdida amorosa necesariamente deberá atravesar un período de duelo: éste será clasificado de diversas maneras. La magnitud de este proceso será más o menos intenso y/o largo, dependiendo de las circunstancias en que se ha producido.
Existen tres maneras de terminar una relación: por mutuo acuerdo ( A+B deciden juntos), por imposición de una de las partes (A deja a B; o B deja a A) y por accidente o desgracias fortuitas, en cuyo caso la pérdida no depende de la voluntad de ninguna de las partes.
En el caso del mutuo acuerdo los sentimientos de dolor por la pérdida serán similares , como así también los procesos de acomodamiento a la nueva situación; pero en el caso de que una de las partes deje a otra sin el acuerdo de ésta, a los sentimientos normales de toda pérdida, deberán agregarse por parte de la persona abandonada, el rencor, el dolor intensificado, el sentimiento de baja autoestima y la reactivación del miedo al abandono, como así también la imposibilidad de establecer otra relación en los tiempos naturales. Todos estos sentimientos, excepto el rencor hacia el otro, se manifestarán también en el caso de pérdida accidental.
Estas diferencias nos remiten entonces, a clasificar el duelo de dos maneras: normal y patológico o melancólico.
El duelo es siempre una reacción emocional que se expresa por: un estado de ánimo profundamente doloroso, un cese de interés por el mundo externo, una etapa de desesperación, otra de rebeldía (porqué a mí), la pérdida de la capacidad de amar, y la inhibición más o menos importante de casi todas las funciones.
En el duelo normal, estos procesos son siempre temporarios. La persona que sufre la pérdida vive a ésta de una manera consciente y experimenta la sensación de que mundo ha quedado vacío. El sujeto retira de la libido del objeto perdido y tendrá la posibilidad de colocarla en un futuro en otro objeto de amor.
En cambio, en el duelo patológico, la persona se instala en estos procesos de una manera inamovible y sufre la pérdida por mucho tiempo. El sujeto siente que él es el que ha quedado pobre y vacío y tiene la imposibilidad de colocar esa líbido en otro objeto- Esto ocurre porque una parte del Yo del sujeto se ha identificado con el objeto perdido, y olvidarlo sería como matar una parte de sí mismo.
En el duelo normal, finalmente se impone la realidad de que otro ya no está y la persona se resigna a esta situación, con lo cual, en el final del proceso, la persona ha retirado todas su cargas libidinales del objeto perdido, por lo tanto queda libre y disponible para que aparezca otro objeto amoroso, situación que el en caso del duelo patológico es imposible de concretar: el Yo no queda libre de la identificación y no podrá entonces, hacer la renuncia al objeto perdido para colocar esa libido en otro objeto de amor.
La elaboración de una pérdida sentimental es un proceso que dividiremos en seis etapas: impacto(shock); desesperación y rebelión; dolor o pena, evaluación y adjudicación de la culpa, resignación, reconstrucción y salida
El impacto o shock de la pérdida produce una sensación de paralización, desorientación o incredulidad. Se pueden inhibir funciones vitales como el comer o el dormir. Es una etapa muy corta, donde al finalizar se desplazan los sentimientos a la emoción siguiente.
La etapa de desesperación o rebelión permite salir del shock y poner en movimiento a la persona a través de la protesta. En caso de resultar abandonado, en este momento aparecen también los sentimientos de rencor y resentimiento hacia el otro El interrogante habitual es ¿porqué a mí?.
Cuando se calma la protesta aparecen la pena o el dolor, y en algunos casos, se instala una depresión, como respuesta a la situación de pérdida. Si la persona se instala en ella, el duelo puede transformarse en patológico. Quien está atravesando este momento, está ligado emocionalmente al otro, por lo que no está en condiciones de conocer a nadie
Al menguar el dolor, se comienza a evaluar y adjudicar responsabilidades se puede procesar la pérdida mediante el análisis de lo ocurrido para encontrarle sentido. Se adjudica de esta manera, la responsabilidad a una u a ambas partes
Cuando se entiende lo que pasó y se asume la propia responsabilidad, se puede entrar en etapa de despedida : se resigna a vivir sin el otro : es el momento para decir adiós
La etapa siguiente es la de reconstrucción del sí mismo. Al poder despedirse del otro, no solamente se lo deja libre sino que la persona se deja libre a sí misma. Se logran recuperar todas las funciones perdidas y centrarse en recuperar el equilibrio; ya se está preparado para conocer a alguien, y se dispone de todas las energías para facilitar en encuentro.
La etapa de resolución implica el comienzo de un nuevo ciclo vital. Se ha resuelto el conflicto, se han hecho las paces consigo mismo y con la pareja anterior. Es el momento de la plenitud con el estado de soledad, el que propiciará que un encuentro con otra persona tenga buen pronóstico