Por: Dr. Ezequiel López Peralta
Entendemos por pornografía a todos los estímulos sexuales explícitos –generalmente visuales- que utilizan las personas y las parejas con el fin de excitarse. Las películas del género XXX, las revistas y los sitios web son los principales exponentes que encontramos cuando hablamos de lo pornográfico.
En mis espacios de atención a pacientes así como en los de consulta virtual, es muy frecuente la pregunta de las mujeres acerca del contacto de sus parejas con material pornográfico. Ellas preguntan, ¿es normal que mi marido/novio se masturbe mirando revistas o películas? ¿Eso quiere decir que ya no le atraigo? Dejando de lado el caso de las adicciones sexuales, en las que el contacto obsesivo y descontrolado con la pornografía suele ser un síntoma, es algo común en los hombres. Resulta algo así como un espacio íntimo, en el que disfruta de sus fantasías sin que eso indique necesariamente que no desea a su pareja. De todos modos hay que ver cada caso en particular: en algunos, esa pausa es un estimulante para el encuentro en pareja; en otros, muestra una insatisfacción porque ella es demasiado inhibida o conservadora y no cumple sus fantasías. El diálogo sincero, abierto y positivo es una herramienta para comenzar a entender y resolver esta situación.
Pero pasemos a otro punto. Mirar pornografía juntos, puede traer varios beneficios a muchas parejas que están queriendo darle una vuelta distinta a su vida sexual. El solo hecho de compartir por ejemplo una película, es un estímulo excitante… las parejas pueden elegir diferentes géneros que se acerquen a sus fantasías, incluso algunas extremas que no desean cumplir y se quedan en el plano de la imaginación: tríos, intercambios de pareja, relaciones homosexuales, sadomasoquismo, entre otras. También se puede estimular la creatividad sexual, generando nuevas ideas o quizás dándote el permiso para ejecutar algunas que tenías dando vueltas.
Si quieres disfrutar de la sexualidad en pareja y evitar el ocaso de la pasión, es importante vencer esos prejuicios que te limitan, como la idea de que la pornografía es dañina o perversa. Puede ser que no te guste este tipo de estímulo, y estás en tu derecho –en ese caso buscarán otras opciones-, pero que no sean los tabúes lo que te impidan aprovechar estos recursos para el placer.