Infinidad de personas han descubierto que, si confían en Dios, Él les ha concedido esa fuerza. Sólo tienes que pedírselo: "No puedo perdonar a esa persona. Dame fuerzas para perdonar".
Pronuncia esta oración y obra en consecuencia. Decide no alimentar más tu herida. No aguardes a que la otra realice el primer movimiento. Realízalo tú. Siempre que hables con otros, habla bien de la persona a quien has perdonado. Si el resentimiento vuelve a arañar tus pensamientos, acuérdate de que tú ya has hecho tabla rasa del asunto... como Dios lo ha hecho contigo. La herida ha sido ya desinfectada y cosida. Se está curando. Ya eres libre.
Bibliografía:
Vera Sinton