Todos tenemos un gran poder de elección, y es el de Eligir perdonar. Cuando alguien te hace algo y eso atenta a tu persona o al alcance de algún objetivo que quieras conseguir, es cuando uno se siente furioso y aguanta esa furia, rabia u odio durante meses e incluso años, aun cuando una parte tuya sabe que sólo en el perdón está la esperanza de encontrar algo de paz y resolución a esa vivencia.
Cuando te das cuenta de que el perdón es la vía de escape para liberar esa furia, rabia, ira o rencor entonces es cuando es un buen momento para preguntarte ¿Qué promesa contiene para mi el perdonar en esa situación concreta?
Cada uno contamos con nuestra propia historia de rabia y dolor, pero el hilo que discurre por todas las respuestas a cómo puedes deshacerte de esa situación que te produce una emoción de rabia y dolor, es que el perdón contiene la promesa de libertad y alivio.
Para algunas personas la promesa de descansar tranquilo por la noche, acabar con esa sensación de vacío en el estómago, sanar la tristeza de su corazón.
Para otras personas, es la promesa de reconciliación, después de años de distanciamiento, con sus padres o hermanos.
O la promesa de una mayor armonía en su trabajo y de sentirse cómodo y capaz entre compañeros.
O la promesa de dejar de aferrarse a relaciones que ya han acabado, encontrar la libertad y seguir adelante sin trabas.
O la promesa de tener una relación íntima más tierna y feliz.
O la promesa de acabar una batalla interior que ha permanecido toda la vida y vivir con mayor compasión y respeto por uno mismo.
Independientemente de cuál sea tu historia única y especial, el perdón contiene la promesa de que encontrarás la paz que tanto deseas, sin excepcion.
El perdón promete la liberación del poder que ejercen sobre nosotros las actitudes y los actos de otras personas.
Te vuelve a despertar a la verdad de tu bondad y el hecho de que somos dignos de amor.
Contiene la promesa y certeza de que serás capaz de descargarte cada vez más de la confusión emocional y de seguir adelante sintiéndote mejor contigo mismos y con la vida.
El perdón es el medio para reparar lo que está roto. Coge nuestro corazón roto y lo repara.
Coge tu corazón atrapado y lo libera. Coge tu corazón manchado por la vergüenza, la culpa y lo devuelve a su estado natural.
El perdón restablece en tu corazón la inocencia que conociste en otro tiempo, una inocencia que te permitía la libertad de amar
Cuando perdonas y eres perdonado, siempre se transforma tu vida y entonces es cuando las dulces promesas establecidas antes de perdonar, se encienden y se cumplen y es entonces cuando la vida te ofrece un nuevo comienzo contigo mismo y con el mundo.
No caigas en la trampa de que perdonar te hace menos persona o que te hace ser débil como a muchas persoans que cuando oyen que tiene que perdonar su reacción inmediata es: “¿Estás bromeano?”, “Nunca”, “¿Cómo voy a perdonarle después de todo lo que me ha hecho?”, “Ojalá pudiera”.
También ocurre a veces que la sola idea de perdonar a alguien intensifique los sentimientos de ira, cólera, odio o rabia.
Todos tenemos un conjunto de ideas preconcebidas sobre el perdón, ideas que van acompañadas de sentimientos que las mantienen firmemente arraigadas. Tu concepto del perdón puede provocar dos cosas: o bien imposibilitarte, limitando tu capacidad para la claridad y la alegría, o bien animarte, ofreciéndote una manera de dejar atrás el pasado y ser libres para vivir con mayor paz y felicidad.
Tienes que tener claro lo que no es perdonar.
Perdonar no es justificar comportamientos negativos o improcedentes, sean propios o ajenos como el maltrato, la violencia, la agresión, la traición y la deshonestidad.
El perdón no quiere decir que apruebes o defiendas la conducta que te ha causado sufrimiento, ni tampoco la exclusión a tomar medidas para cambiar la situación o proteger tus derechos.
Un ejemplo que ilustra esto es la idea de perdonar a un violador, idea que puede ser que moleste e incluso ofenda. Puede parecer imposible perdonar a alguien capaz de agredir tan violentamente a otra persona; y sin duda sería imposible si para perdonar hubiéramos de aceptar ese comportamiento.
Perdonar no es hacer como que todo va bien cuando sientes que no es así. A veces puede ser engañosa y confusa la distinción entre perdonar de verdad y negar o reprimir la rabia y el dolor, ya que enfadarse suele considerarse inaceptable.
Si piensas en el acto de enfadarse es inaceptable cuando uno expresa esa cólera que siente, y es asi de esta manera que muchas personas aprenden muy pronto a sustituir sus auténticos sentimientos por sentimientos y comportamientos más aceptables que no tengan como consecuencia el castigo o el abandono o incluso la degradacion de su autoimagen social
Si por ejemplo crees que perdonar a alguien significa justificar su comportamiento y tener que aceptar cualquier cosa que haya hecho, entonces tal vez hayas de considerar imperdonables a muchas personas y aferrarte al rencor para siempre.
Esta reacción parece muy razonable y cuerda, porque, ¿quién va a justificar la conducta de alguien que maltrata, manipula o es insensible a los derechos fundamentales de otra persona?
Tómate unos minutos y fíjate en qué es lo que te evoca la sugerencia de perdonar a alguien. Trae a tu mente a una persona a quien consideras causa de algún sufrimiento personal. ¿Cómo te sientes ante la idea de perdonarla? ¿Qué significa para ti perdonarla? ¿Qué tendrías que hacer para perdonarla?
Reflexiona un momento sobre las ocasiones en que expresaste tu rabia y respóndete de una forma honesta estas preguntas:
¿Se mostraban comprensivos tus padres, tus maestros u otras personas de tu entorno?
¿Te escuchaban o te hacían salir de la habitación, te reprendían, te chillaban, se burlaban de ti o no te hacían caso?
¿Te decían “No me contestes”, “Los niños tienen que callarse y hacer caso a los mayores”, “No me faltes al respeto”?
La consecuencia de esto es que quizas aprendiste a ser un niño bueno o una niña buena y a reprimir la rabia simulando una “actitud simpática” a pesar de tu resentimiento interior y de sentir que no te comprendían.
Este hábito mental se instalo en tu mente y es posible que ahora reprimas la rabia porque enfadarte no es compatible con tu imagen de buena persona, de buen padre, de buen marido o buena esposa o de buen amigo. Es decir atenta a tu imagen social y a tu autoimagen.
No puedes ofrecer un perdón verdadero si se niega o se hace caso omiso de la rabia y el resentimiento qu sientes.
El perdón no significa que debas cambiar de comportamiento. Si yo perdono a alguien con el cual no me relaciono actualmente y con quien he estado enemistad@, no por eso tengo que comenzar a llamarlo de nuevo… a no ser que realmente desee hacerlo.
El perdón no exige que te comuniques verbal y directamente con la persona a la que has perdonado. No es preciso ir y decirle: “Te perdono”, aunque a veces esto puede ser una parte importante del proceso de perdonar, no es esencial.
Con frecuencia, la otra persona advertirá el cambio que se ha producido en tu corazón mediante la observacion inconsciente de tu actitud en el caso de que no tengas más remedio que relacionarte con él. Es tu actitud diferente la que inconscientemente le dará la sensación de sentirse bien a tu lado y no sentir el malestar que sentia antes.
En otras ocasiones las personas que te producen rabia ya han muerto y es imposible comunicarse con ellos y es entonces cuando las personas se ven perdidas a la hora de perdonar.
Entonces llegan a la conclusion erronea de que su destino es convivir para siempre con ese sufrimiento. Afortunadamente no es así.
Aunque puedas optar por actuar de un modo diferente, el perdón sólo requiere un cambio de percepción, otra manera de considerar a las personas y circunstancias que creemos, que nos han causado dolor y problemas.
Te invito a abrirte a un modo enteramente nuevo de definir el perdón y a trabajar con él en tu vida cotidiana.
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