AUTOR: Msc. Rafael Bestard Bizet
Hoy te hablaré de algo que parece un absurdo. Te hablaré del arte de hacer desde el no hacer. Los chinos le llaman wu-wei. La comprensión de este aparente absurdo se halla en los términos: actividad y acción. Comúnmente pensamos y nos han educado en la creencia de que mientras más activos somos más nos desarrollamos como seres existenciales. Pero esto no es así del todo. La actividad es sencillamente un gasto energético que no siempre conlleva a la trasformación. Sin embargo, a diferencia de la actividad, la acción es invisible, silenciosa, misteriosa y relajante, pero a su vez es la única que en realidad nos transforma. Para la actividad hay que hacer, hay que gastar energías, hay que ir de un lugar para otro, para la acción no hace falta hacer nada, solamente hay que ser.
Te pondré un ejemplo: Si en una habitación pones un ramo de azucenas en un búcaro al rato la habitación se aromatiza, se transforma. ¿Qué hicieron las azucenas para transformar la habitación? Nada. Sencillamente ser azucenas.
Nos pasamos la vida tratando de hacer felices a los demás, y sencillamente nos desgastamos. Primero pregúntate: ¿eres feliz? Si no eres azucena, ¿cómo vas a transformar, cómo vas a aromatizar la vida de los demás? Si no eres feliz, ¿cómo podrás hacer felices a tus hijos, a tu cónyuge, a tus amigos? ¿Cuál es el modelo de felicidad que le estás brindando?
Reflexiona: De todas las cosas que haces en el día: ¿cuáles en realidad contribuyen a tu transformación, a tu felicidad, a ser tú mismo, a sentirte pleno, completo y dichoso en este momento, y cuáles simplemente constituyen un gasto de energías que te dejan cansado y aniquilado? Por eso, necesitamos más tiempo para ser, para sentir la vida. Recuerda que para caminar por la vida es mejor calzarse bien las zapatillas y no querer alfombrar la tierra. No quieras transformar a otros, ni pienses que un incremento en tu actividad lo va a lograr. Es necesario primero transformarnos para poder transformar.
Te propongo un ejercicio que te ayudará a ser, a percibir tu conexión con el universo, a transformarte y a sentir ese círculo de energía inagotable que llamamos vida. Sin importar la posición en que te encuentres, por favor, cierra los ojos e imagina que te has convertido en una caña de bambú hueca. Deja y siente que el flujo de energía vital penetre en ti y se desplace libremente de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. No te opongas a ello. Experimenta por unos instantes la sensación de no querer hacer nada, de no desear nada. Solamente y sencillamente estar ahí, fundiéndote con el universo que pasa a través de ti. Abandónate totalmente. Eres sencillamente esa azucena que derrama su fragancia. Quédate en esa sensación. Dedica al menos algunos minutos diarios a sentir que eres. Eso bastará para que puedas apreciar lo que significa hacer desde el no hacer, bastará para que experimentes el sabor de la existencia, para que tu aroma se expanda y todos comprendan que disfrutas a plenitud de la vida. Eso es felicidad. Que la pases bien y que la paz sea contigo.