En la verdadera curación no tiene ningún significado la naturaleza ni el nombre de la enfermedad física. La enfermedad del cuerpo, en sí misma, no es otra cosa más que el resultado de la desarmonía entre el alma y el espíritu. Representa sólo un síntoma de la verdadera causa y, dado que la misma causa se manifiesta de manera diferente casi en cada uno de nosotros, debemos intentar apartar la causa, desapareciendo automáticamente las consecuencias, cualesquiera que éstas fueran. Esto lo podemos entender todavía mejor de manos del suicidio. El suicidio no ocurre por sí mismo. Algunas personas se cuelgan desde una gran altura; otros toman veneno, pero detrás de cualquier manifestación del suicidio se esconde la desesperación. Si podemos ayudar a esas personas que piensan en el suicidio a superar su desesperación y a que encuentren alguien o algo por lo que vivir, entonces están curadas para largo plazo. Si lo único que hacemos es retirarles el veneno, entonces únicamente los habremos salvado temporalmente. Más tarde intentarán, de nuevo y en cualquier momento, suicidarse.
Durante demasiado tiempo hemos culpado a los agentes patógenos, resistentes a la alimentación y los hemos considerado como las causas de las enfermedades. Pero algunos de nosotros somos inmunes a epidemias de gripe, otras aman ese frescor que trae el viento frío, y otros muchos pueden comer queso y tomarse por la noche un café sin ponerse enfermos. Sólo cuando permitimos que la duda y la depresión, la indecisión o el miedo crezca en nosotros, somos susceptibles ante las influencias externas. Por lo tanto, la verdadera causa que se esconde tras la enfermedad es el estado del paciente y no su constitución física.
Cada enfermedad, sea todo lo grave que se quiera, puede ser curada siempre que se recupere la felicidad del paciente y éste desarrolle el deseo de retomar la obra de su vida. Con frecuencia se necesita para ello una transformación mínima en su estilo de vida, cualquier idea fija insignificante que le hace intolerante frente a los demás, cualquier responsabilidad falsa que le esclaviza cuando podría hacer algo bueno. Existen siete maravillosos estadios en la curación de la enfermedad y son los siguientes: Paz. Esperanza. Alegría. Confianza. Certeza. Sabiduría. Amor.
Eduard Bach