“y ella/él no lo entiende y no lo entiende y no lo entiende y yo se lo repito, se lo hago ver, para que reaccione pero no hay manera. Se lo he dicho por activa y por pasiva, insisto, porque a mi modo de ver, así no se puede ser feliz. Si sigue con esta actitud ella/él misma/a, ya se lo encontrará…”
¿Cuántas veces insistimos en cambiar la actitud o comportamiento de alguien? Sea a través de consejos o a través de sermones, nos empeñamos en modificar una actitud o comportamiento que no nos gusta o que vemos que hace sufrir a alguien que queremos. En ese intento, no solo nos frustramos y generamos estrés sino que además, nos quedamos egoístamente “a ciegas”, buscando la razón a lo que para nosotros es tan obvio. Esto es; existe una extraña tendencia en el ser humano, una especie de deseo de cambio en los demás que genera gran sufrimiento cuando no se consigue.
Como seres sociales, parece ser que somos un poco egoístas. Algunos estudios demuestran que cuando conversamos con alguien, nuestro anhelo no está tanto en explicar, compartir una idea y ser escuchados sino en cambiar la opinión del otro y que su visión de las cosas sea como el nuestro. Ese inconsciente deseo ciego, no nos deja ver que los demás son diferentes y que cada uno tiene su propia visión de la vida.
Por otra parte, las expectativas que nos formamos cada uno de nosotros sobre el cómo debe ser la gente y cómo se debe actuar en según que situaciones, nos impide de la misma manera “aceptar” la multitud de opiniones y actuaciones de los demás. Nuestras intenciones son buenas y gastamos gran cantidad de energía mental en demostrarlas pero nos olvidamos de que cada persona es distinta y que tal vez nuestro deseo de cambio no sea el suyo. Lo curioso de esta situación es que esto nos llega a generar malestar, estrés y frustración cuando no conseguimos entender que los otros piensen y hagan las cosas de manera distinta.
En otro sentido, hay quien apunta que esta tendencia tiene que ver con el control. Hay personas que necesitan tener un absoluto control de su entorno y cuando a su alrededor, se dan aspectos que escapan a su entendimiento, generan estrés y ansiedad. Es una especie de amenaza cognitiva que genera disconformidad y por lo tanto enojo.
No podemos tener el poder sobre los otros ni otorgarnos una responsabilidad que no nos pertenece pero parece que esto no lo acabamos de aprender. A menudo insistimos en que alguien cambie y no aceptamos su manera de actuar u opinar tal vez porque haya primero algo que revisar en nosotros mismos. Me pregunto, si en una sociedad en la que estamos acostumbrados a obtener todo lo que queremos, trasladamos ese capricho a moldear a los otros según nuestros antojos.
Para que exista un cambio, debe darse en uno mismo. No por más insistir, quejarse y enojarse alguien cambiará aunque esto supusiera un bien para el otro. Lo que está claro es que perdemos tiempo, nos desencantamos y nos molestamos, por algo que no está a la alcance de nuestras manos. ¿Y si nos planteamos empezar por nosotros mismos?
Bibliografía
The emotion Machine. Psychology and self improvement. The Desire to change people. (2011)
http://www.theemotionmachine.com/the-desire-to-change-people