El ser consciente de nuestros pensamientos, nos permite saber que existe un espacio entre los estímulos, tanto externos como internos, y las respuestas, también internas y externas, pudiendo tomar el control, en ese tiempo entre ambos, para así responder do forma más adecuada, más habilidosa y disponer de una cierta libertad para la respuesta, y que esta no sea una mera reacción.
Nuestro estado ordinario, de estar en la vida es como si no fuésemos conscientes de lo que nos ocurre realmente, como si estuviésemos dormidos, hipnotizados, y fuésemos simplemente reaccionando a los estímulos, como si no hubiese nadie observando y solo tuviésemos un animal, “racional” reaccionando, sin pensar.
Cuando hemos desarrollado la habilidad de ser conscientes, con una ecuanimidad inalterable, ante toda experiencia o estimulación, tanto agradable como desagradable y tanto iniciados interna como externamente, la mente deja de responder con avidez y aversión, aproximándose y alejándose, y permanece inmóvil, atenta, calma y serena.
Se trata de entrenarnos para poder diferenciarnos de nuestros pensamientos y emociones, y así no dejarnos arrastrar por ellos, dejar de tener una vida de solo reacciones, en definitiva de lo que se trata es de permitirnos simplemente estar y ser.
Hemos de observar sin juzgar ni juzgarnos, es decir, permanecer en un estado donde no se esté reaccionando continuamente a los estímulos, y tampoco centrarnos en la elaboración de juicios valorativos, recriminatorios y condenatorios, tanto hacia nosotros mismos como hacia nuestras experiencias.
Prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar, para así poder decidir la mejor forma de estar y de hacer.
Adoptar un tipo particular de relación hacia las experiencias propias, en el momento presente, normalmente este tipo de relación se caracteriza por una actitud de curiosidad, apertura y aceptación, pues con ello, se aprende a no reaccionar automáticamente a la estimulación que se esté percibiendo.
Hemos de estar centrados en el «aquí y ahora», no divagando en cuestiones relacionadas con el pasado ni con el futuro.
Mediante la práctica de la meditación, conviene entrenar a la mente para no reaccionar con avidez o aversión ante la estimulación y experiencias que se va percibiendo momento a momento.
Las personas hemos de conseguir que nuestra mente, deje de ir de un sitio a otro, que pare su movimiento, quedando así sometida a otro tipo de control contextual u otras claves estimulantes diferentes, fijadas por cada individuo.
Disponemos de la opción de vivir lo que acontece en el momento presente, en el aquí y el ahora, frente al estar viviendo en la irrealidad imaginativa del soñar despierto.
Está en nosotros el poder adoptar la forma de estar en el mundo sin prejuicios, estando abiertos a la experiencia sensorial, atentos a ella y sin valorar o rechazar de forma activa y taxativa dicha experiencia, tratando de entenderla.
Se trata de que orientemos la atención y la actividad, adecuándonos de forma abierta a cada situación, evitando así los problemas que se pueden derivar de no centrarnos en el momento presente.
Dver.
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