Nos comunicamos con el cuerpo, cuando queremos hacerlo conscientemente y cuando no. Con las manos, con la forma de caminar, con nuestra forma de desenvolvernos en un espacio, con los ojos, con la expresión de la cara, con la expresión de nuestra piel, etc.
Nos comunicamos con la voz, con su ausencia o su presencia, con el ritmo de la voz, con su timbre, con su sonoridad. Con las palabras que decimos, y con las que omitimos en los momentos que deseamos hacerlo.
De la misma manera nos comunicamos con la mente, con las palabras que en nuestra mente nos decimos a nosotros mismos, a nuestros sentimientos, a nuestro interior, a nuestro cuerpo. Nos comunicamos con la mente cuando pensamos hacia nosotros y hacia las demás personas, cuando tenemos pensamientos que construyen, que liberan, o que hieren y paralizan, tanto hacia nosotros como hacia las demás personas.
También podemos comunicarnos pintando, modelando, bailando, cantando, escribiendo, construyendo, etc.
Podemos coger todas o algunas de estar formas de expresarnos, incluso podemos mezclarlas y utilizarlas más allá de lo reglado, lo normativo. Así podemos acariciar con la voz, besar con las manos, pintar con el cuerpo, soñar con el corazón, abrazar con los ojos, hacer el amor con un beso. Y claro, todo esto nos encanta, nos atrae, nos hace sacar lo mejor de nosotros, nos hace sonreír y disfrutar, expresarnos nos hace felices. Podemos combinarlo de mil maneras, ser todo lo originales que queramos, ya que cada persona tiene una abanico de sistemas de comunicación que combina magistralmente, lo que compone la expresión de su ser, de su creatividad, de su sentir.
La comunicación es la forma de expresar nuestra creatividad, porque crear nos gusta tanto como comunicarnos. Crear es una forma de explorar nuevas posibilidades, de conocernos, de probarnos, de buscar otra manera de hacer las cosas, de existir y de vivir.
Cuando creamos desde el amor (el amor triste o alegre), porque los dos viven en el corazón, desde el juego, la complicidad, la ternura, el compañerismo, el compartir, somos capaces de hacer reales maravillas que sólo existían en nuestros sueños.
Es decir, que somos tan creativos, tan capaces, que podemos hacer reales nuestros sueños. Si soñásemos que no tenemos miedo, que somos buenas personas, que el mundo es un lugar bonito, y la vida valiosa más allá del hecho de estar vivo. ¿Cómo sería entonces nuestra realidad? Diferente, sin duda.
Nos comunicamos también en los sueños, ahí decidimos: lo que es real, lo que es realizable, lo que nos atrevemos a vivir, a decir, a sentir, a transmitir, a dar, a tomar, lo que aceptamos, lo que somos, lo que nos gustaría ser, lo que anhelamos, lo que tememos.
A los sueños les damos vida, energía, emociones, ideas e imágenes que los hacen vivir. Son nuestras hijas e hijos, somos sus madres y sus padres. Claro, si lo pensamos así, se nos hace difícil no verlos con ternura, con optimismo, con confianza, con alegría, se nos hace difícil no creer en ellos, no ver su belleza, lo maravillosos que son, no amarlos. De nuestros hijos aceptamos lo que nos gusta y lo que no, los queremos como son, e intentamos ser mejores personas para nosotros mismos y para ellos. Esta es una de las cosas más valiosas que les transmitimos, junto con el amor y la aceptación. Ojalá nuestros sueños fuesen tan afortunados.
Entonces ¿cuál y cuándo fue nuestra primera forma de comunicarnos?
Si pensamos por un momento en la primera forma de comunicarnos que utilizamos, tendríamos que ir retrocediendo en nuestra vida hasta la niñez, hasta que éramos un bebé recién nacido, pero ahí ya sabíamos comunicarnos, con la voz, con el olfato, con la piel. Tendríamos que retroceder todavía más, hasta nuestra vida intrauterina, y en esta corta pero intensa vida también teníamos la capacidad de comunicarnos, incluso cuando no éramos más que una diminuta célula.
La primera forma de comunicarnos fue el amor, lo primero que fuimos fue una esencia, una parte del amor del universo, y eso fue lo que sentimos y lo que transmitimos en el mismo momento de nuestra existencia: amor.
Esta forma de comunicarnos nos acompaña en todas nuestras experiencias, formas y vidas. Todos los seres la tienen, ninguno está excluido de ella: los árboles, el agua, las rocas.
Es la comunicación más profunda, clara, intensa, fiable. No está sujeta a límites de ningún tipo: intereses egoístas, tiempo, distancia, medio o forma. No se necesita ninguna capacidad especial. No se pierde, ni se encuentra. Está en cada cosa, en cada objeto, en cada ser. Todo el tiempo, todo lo que nos rodea, lo veamos o no, se está comunicando, se está queriendo.
Al principio, cuando éramos una esencia, nos comunicábamos con el amor del universo, y el amor con uno, como un bebé en la barriga de su mamá, sólo que en esta barriga hay miles y miles de bebes, aunque cada uno tiene un vínculo único y especial con su mamá. Nosotras éramos amor, el universo era amor, y la comunicación era amor. Como un abrazo permanente, como una caricia continua, como un “te quiero” que se dice sin voz de unos labios a unos ojos, y los ojos lo depositan desde dentro en los labios para que vuelva a salir.
Aún como esencia, deseamos experimentar, crear nuestra propia aventura, desarrollarnos, y ahí empezó nuestro camino, en el que podemos escoger libremente lo que queremos y cómo lo queremos crear, porque la base de la creación es la libertad.
Crear es nuestro regalo de la creación, junto con amar y ser amado.
Amar y ser amado es lo primero que conocimos y sentimos, y es tan bello, tan especial, que queremos repetirlo a cada paso, con cada cosa, y eso lo hacemos creando. Por eso nos gusta tanto crear, porque es una forma de amarnos a nosotros mismos y a los demás, de compartir con los demás. Porque lo primero que sentimos en nuestra existencia fue que compartir ese amor lo hacía más maravilloso aún. Esta experiencia arraigó tan profundamente en nuestro ser, que independientemente de nuestra forma, vida o camino, intentamos volver a él, al amor, sencillamente porque ahí nos sentimos felices y en paz, nos sentimos en casa.
Creando, experimentando, desarrollando nuestro ser, no hay aspectos positivos o negativos, ya que todos nos ayudan a crecer. Aunque si es cierto que hay experiencias que nos hieren, que nos alejan de nosotros, que nos ayudan a descubrirnos, que nos ponen en contacto con nuestra esencia, con nuestro corazón, pero esas experiencias nos acercan cada vez más a nosotros mismos, por eso “todas” son “buenas” y útiles porque nos aportan algo.
La comunicación de ser a ser se produce todo el tiempo, no depende de nuestra voluntad ni de nuestra intención. Ocurre porque es parte de nuestra existencia, de nuestra naturaleza, de nuestra esencia, de nuestra forma de querernos, de dar y transmitir amor.
Pero lo cierto es que no utilizamos esta comunicación plenamente, ni consciente, ni subconscientemente. Imaginemos que cada ser tiene la capacidad de crear amor, de amarse a sí mismo, como un núcleo donde se genera amor, y que cada ser tiene también la capacidad de distribuirlo para sí mismo y hacia los demás por un cable de banda ancha. Esta distribución consigue que el ser se sienta feliz, vital. Todos los seres tienen un cable de banda ancha para distribuir, dar y recibir el amor (el suyo, el de otros seres, el del amor universal), pero no siempre utilizamos todo el ancho de banda que tenemos, ni para nosotros mismos, ni para los demás. A veces porque el cable tiene pequeños o grandes cortes producidos por vivencias, heridas, exigencias imposibles… La mayoría de los cables tienen alguna incidencia de este tipo, pero eso no siempre hace que pierda eficacia, porque los seres tienen la capacidad de regenerar y ampliar su cable todo lo que quieran.
http://www.saberalternativo.es/spa/desarrollo_personal.asp?var1=&var2=Comunicar%20es%20crear%20y%20tambien%20amar&nar1=&nar2=1187