Aunque el matrimonio está fundado en el amor es natural que las parejas encuentren diferencias y dificultades que deben aprender a reconocer y resolver, para evitar el conflicto. Un conflicto no es un desacuerdo. Los desacuerdos son normales. Pero cuando los desacuerdos no son respetados o causan problemas en la pareja, se convierten en conflictos.
Muchas diferencias en la pareja provienen del hecho que cada uno trae consigo su propia experiencia de vida y cultura. Es decir, con frecuencia cada cónyuge tiene una forma de hacer las cosas y de ver el mundo muy distintas, según lo aprendieron en sus respectivas familias o en el ambiente donde crecieron.
En la familia cada individuo aprende cómo resolver dificultades y conflictos de acuerdo a como lo hicieron sus padres y quienes los rodeaban, así como la forma de expresar la rabia o frustración. En algunas familias, por ejemplo, no se permite que los hijos expresen su enojo o rabia. Por eso estas personas crecen no sabiendo qué hacer con estos sentimientos. Cuando se casan, al primer signo de conflicto, ellos pueden pensar que hay algo muy malo en su relación; que se equivocaron de pareja e incluso deseen el divorcio.
La cultura también nos enseña cómo actuar frente a los conflictos. Por ejemplo, en muchas de las culturas latinoamericanas mientras al hombre se le permite no sólo expresar su enojo sino incluso ser agresivo, a la mujer por el contrario se le ha enseñado a quedarse callada para evitar los conflictos, no expresando lo que siente o necesita. Este tipo de actitudes aprendidas de la cultura y en la familia son precisamente las que hacen difícil que haya un diálogo franco entre los dos cónyuges, que les permita crecer juntos y resolver sus conflictos de una manera saludable.
La experiencia de vida también cuenta a la hora de formarnos una visión del mundo; Lo que puede causar miedo o ser difícil para alguien, no lo es para otro, según haya aprendido a vivir con eso o no. Por ejemplo, alguien que creció con personas enfermas sabe cómo sobrellevar esta situación mejor que quien nunca tuvo a alguien con limitaciones de salud o físicas en su casa. Nuestras reacciones tienen mucho que ver con el mensaje que tengamos asociado con ese fenómeno. Y por supuesto, los dos miembros de la pareja no siempre tienen las mismas experiencias.
Es claro entonces que el pasado de una persona (lo que aprendió de su familia, de su cultura o de su experiencia de vida) es muy importante para entender sus reacciones y sus formas de ver la vida. Por eso novios y esposos deben interesarse en conocer el pasado, las raíces, la historia personal y los recuerdos de su pareja, para tratar de entender también qué huella han dejado estos en su vida y ser así más comprensivos y menos conflictivos.
Conocer que no todos aprendimos lo mismo ni de la misma manera debe igualmente ayudarnos a relativizar nuestra manera de hacer las cosas, si al final se llega al mismo resultado. Así por ejemplo, “aunque haga el arroz con una receta diferente a la de mi mamá, lo importante es que sabe igual de sabroso. “
Todos podemos tener una manera de pensar diferente, sin que esto, necesariamente cause un conflicto. Nuestras actitudes ante las diferencias son las que determinan si estas se van a convertir en un conflicto o no.
Nuestras actitudes ante las diferencias son las que determinan si estas se van a convertir en un conflicto o no.
He aquí algunas actitudes que los expertos señalan como de gran ayuda para favorecer el diálogo y la solución de conflictos
Mejore su habilidad y disposición para escuchar. No se puede entrar en comunicación con una persona que no desee escuchar. Y para escuchar, se necesita poner toda la atención a la persona que le habla.
Aprenda a expresar sus puntos de vista, deseos o necesidades. Nadie sabe mejor lo que una persona piensa o necesita que ella misma. Por lo tanto esperar que la otra persona le adivine el pensamiento es irreal.
Tenga una mente abierta donde puedan caber otras opciones y formas de ver una realidad. Nadie posee toda la verdad. El punto de vista de otro puede además enriquecerle.
Diga las cosas sin ofender, procurando dar a la otra persona el beneficio de la duda. Esto quiere decir, que al expresar un desacuerdo o enojo sea capaz de usar un lenguaje que exprese el interés por saber o comprender el porqué de las actitudes o comportamientos de la otra persona, sin culparlo o descalificarlo. Por ejemplo, diga, “¿lo que quieres decirme es que te molesta mi desorden?... Esta es quizás una de las mejores herramientas para la comunicación.
Procure hablar de un asunto a la vez, no se salgan del tema. No caiga en la trampa de responder a insinuaciones o conductas destructivas que desvíen la comunicación y hagan que el conflicto se agrande.
Procure asumir la responsabilidad por aquello en lo que usted considere que ha contribuido al problema. Puede decir por ejemplo, “Yo reconozco, o, yo lamento que yo...”. Cuando se intenta resolver un conflicto con frecuencia se busca la reconciliación. Pero si no tomamos responsabilidad por nuestros actos o pedimos disculpas, el encontrar una solución al conflicto será más fácil.
Aunque todas estas habilidades le serán de mucha utilidad se debe reconocer que quizás, lo más importante para la buena comunicación es el cómo se ve usted mismo(a), es decir, su auto estima. Esto significa valorarse y al mismo tiempo saber reconocer sus errores. Finalmente, no olvide tratar de ponerse en el lugar del otro, es decir, esté dispuesto a reconocer que en muchas ocasiones si usted estuviera en las mismas circunstancias posiblemente actuaría igual o quizá hasta peor.
Dr. Alicia I. Pérez-Nuño
http://www.portumatrimonio.org/todapareja/v/herramientas-para-la-solucion-de-conflictos/