Todos deseamos mantener una relación tranquila, sin peleas, discusiones o amenazas, lo que significaría la felicidad completa.
Al comienzo de la relación las discusiones suelen ser provocadas por la adaptación a la convivencia y por la diferencia entre hábitos, estilos de vida y costumbres. Pero estas diferencias se superan fácilmente con paciencia y una buena comunicación.
En la etapa intermedia solemos hacer una especie de inventario de vida. Si descubrimos que la relación ha caído en la rutina o si uno de los dos experimenta una crisis personal, podemos caer en un conflicto difícil de manejar. Es la etapa en la que salen a la luz los desacuerdos que se mantuvieron ocultos entre los dos.
En la madurez, aunque las crisis suelen ser menos frecuentes, algunas personas, al hacerse mayores, jubilarse o ver que sus hijos salen de casa, descubren un gran vacío en la relación. Esto puede provocarles un distanciamiento cada vez mayor, que puede llegar a separarlos si no lo enfrentan con sinceridad y el deseo de resolverlo para recuperar el bienestar de la relación.
No podemos evitar las diferencias y los conflictos cotidianos, pero sí podemos aprender a manejarlos para evitar que las discusiones se conviertan en peleas que nos distancien.
Algunos de los motivos que originan las crisis
La aparición de una tercera persona casi siempre provoca una ruptura por la pérdida de la confianza.
La pérdida de interés. Si no se mantiene la reciprocidad y el interés del uno en el otro, se va perdiendo el sentido y la motivación.
Las grandes diferencias personales. De la misma manera que las relaciones evolucionan, las personas también deben hacerlo. Y si no lo logran al mismo tiempo, se va creando una brecha entre ellos.
Las expectativas no cumplidas. Muchas veces las parejas inician la relación pensando que, con el tiempo, la otra persona cambiará o mejorará su comportamiento, que la vida en común logrará suavizar las diferencias que existen entre ambos y hará que las expectativas se cumplan. Cuando esto no ocurre, aflora la frustración, las discusiones y los reclamos constantes.
Claves para manejar las crisis
Aprender a comunicarse. Atreverse a expresar lo que pensamos y sentimos es el camino para conocernos, comprendernos y construir acuerdos que nos permitan tener una mejor convivencia.
Compartir. Es importante tener en cuenta las opiniones y los intereses de ambos. Estar dispuestos a darle a la pareja un lugar importante en nuestra vida.
Sorprender. La vida cotidiana fácilmente nos lleva a la rutina y al aburrimiento. Tener detalles, ideas y proyectos nuevos es una forma de mantener el interés.
Ser responsable de uno mismo. Una cosa es darse apoyo y otra es pretender guiar la vida del otro o necesitar ser guiado por él.
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