De esta manera nos inmiscuimos en su mundo desarreglado, improvisado, caótico donde lo escrito real o simbólicamente es casi un graffiti ,esa marca , esa inscripción de su lugar en su mundo y en el mundo…
Cuarto que es efecto de esas fuerzas encontradas, verdaderas luchas internas o batallas campales con aquellos adultos con quien convive o tal vez solo, pero no por eso menos convulsionado.
Toda creación lleva en principio el desarreglo.
Cuando escribimos por ejemplo nos encontramos con el desarreglo de la ideas, cuando nos mudamos desarmamos y tenemos que volver arreglar.
La adolescencia es en cierta medida una mudanza, ruidosa mudanza de su cuerpo infantil al adulto, muda a esos padres idolatrados a insoportables invasores, y así con las diversas vicisitudes de su vida.
A los adultos les preocupa el tiempo, ¿cuánto tiempo les llevará crear un espacio subjetivo que “ordene” el tejido de su vida?
Los adultos esperan, a veces son testigos soportable aunque incómodos por cierto, pero pueden acompañar y sostener esos vaivenes otras, incrementan ese caos con exigencias (en algunos casos violentas) que son imposibles de cumplir por los adolescentes ya que su interior se expresa necesariamente en ese torbellino.
El adolescente irá diseñando su futuro, eso implica tener que vérsela con sus mareas, sus vientos a veces huracanados que hoy por hoy arrasan sus muebles, sus pilchas, todos los objetos que colecciona y arrincona con el mismo descuido que cuida celosamente su desorden.
Ayy por Dios ¿Hasta cuándo? Se preguntan los adultos.
Las respuestas la dará ese joven adulto que se avecina y que va aclarando en su vida qué quiere hacer y hacia donde dirige su timón para lograrlo.
“Ni un minuto antes ni un minuto después.”
Cuando en ese caos no se encuentre y necesite imperiosamente reconstruir un espacio donde también otros tengan lugar y no pisen ni sus pensamientos,.ni sus objetos, ni su privacidad ese es el verdadero tiempo subjetivo que necesitó.
No siempre se puede solo, porque toda mudanza implica “abandonar un lugar” que suele tener recuerdos de vivencias vitales y conmueve.
No es sencillo deshabitar y deshabitarse física y simbólicamente, proceso que no es sin desorden ni sin sufrimiento psíquico
Es posible acudir a un lugar donde el discurso ordena esos bulliciosos pensamientos que no construyen sino simplemente que a veces, coalicionan.
La consulta psicológica es el comienzo adecuado no sólo para el adolescente sino para el adulto testigo de ese transcurrir.
Lic. Silvia Maltz