A todos nos gusta hacer las cosas bien. Hacerlas lo mejor posible. Ser perfectos. … pero cuidado! El perfeccionismo extremo es mucho más dañino que cometer algún error. En lugar de buscar la perfección, ¿no les parece mejor buscar la excelencia?
Analicemos la "excelencia”, con las cualidades que tiene una sana búsqueda de la perfección como medio para alcanzar la grandeza del ser humano, sin olvidar que la felicidad es la compañera ideal en este camino.
La excelencia debe contener dosis de:
Responsabilidad: es aceptar que en nuestra vida, tenemos la última palabra. Para bien o para mal. Se es tan responsable por actuar, como por no actuar. El elegir no tomar ninguna decisión, es en si mismo una decisión de la que somos responsables.
Optimismo: enfocar nuestra vida en las posibilidades, esperar lo mejor de nosotros mismos, y de los demás, apostar porque lo haremos bien, apoyarnos en la esperanza como motor para la acción.
Pensamiento positivo: Nada más dañino que anularnos a nosotros mismos y cerrarnos nuestras propias puertas con la anticipación del negativismo.
Aceptación del error: La perfección no se alcanza, sino a través del error, del aprendizaje que alcanzamos cuando comprendemos que así no era como debíamos hacerlo. Rectificar y corregir son dos muestras de gran sabiduría.
Sana ambición: cultivar el deseo de ser un excelente médico, o deportista, o cantante, o madre, no es malo, es más, es un impulso que ayuda a evitar la procrastinación.
Perseverancia: muchos comienzan proyectos y aventuras, pero solo alcanzan la excelencia, la grandeza, quienes insisten, prosiguen, y continúan hasta llegar al final.
Primero lo primero: hacer mucho, o estar haciendo algo, no siempre es señal de avance hacia la excelencia, pero saber priorizar, decidir qué es lo necesario y descartar lo accesorio es la clave.
Flexibilidad: aceptar los imprevistos, los cambios de planes, los accidentes, lo impredecible, la que escapa fuera de nuestro control es algo que no debe hundirnos en la frustración y el desánimo.
Enfoque en una misión: Si damos prioridad a un plan determinado o una meta concreta y los imprevistos cambian nuestros planes, debemos recordar cuál es nuestra misión. Porque es más importante tener una misión que solo seguir un plan. Un Plan puede fallar, pero nuestra misión sigue ahí. Elegir otras metas o caminos es la opción cuando fallan los planes.
http://www.gestiopolis.com/organizacion-talento-2/los-9-habitos-de-la-excelencia.htm