Yo tengo razón”, lo escuchamos o lo percibimos a diario en todos los ámbitos en los que nos relacionamos. Directa o indirectamente; vemos como aparece esta postura en la que tratamos de imponer nuestras ideas u opiniones sin considerar las de otros.
“Yo tengo razón tú estás equivocado” condensa la esencia de nuestros hábitos de pensamiento tradicionales que fueron implantados por el último Renacimiento. La argumentación lógica del pensamiento crítico es la que nos lleva a demostrar quién tiene razón y quien está equivocado.
La cuestión es que nuestro pensamiento occidental (en otras culturas, como las orientales, es diferente) se basa únicamente en la argumentación, utilizando la lógica como prueba para demostrar “la verdad”. Nadie puesde negar la validez de la argumentación, sería un planteo paradójico hacerlo. Sin embargo se deben señalar sus insuficiencias, como la presunción de que las percepciones y los valores son universales, permanentes y comunes a todas las personas.
Hay un frase que refleja lo dicho: “No vemos las cosas como son, las vemos de acuerdo a como somos”.
Al ignorar esto, nos encerramos en la argumentación de nuestra propia visión, asumiendo una posición sesgada, al creer que la manera en que percibimos la “realidad” es la verdad absoluta. Desde ese lugar, la única “realidad” es la que uno ve. Esto no nos permite ponernos en el lugar del otro (tal vez con otros valores y creencias) y a través de su perspectiva, poder entonces cuestionar nuestra propia percepción.
Seguramente si nos hiciéramos la pregunta: ”¿Por qué alguien está viendo algo diferente a lo que yo veo?”, en el intento de encontrar las respuestas, comenzaríamos a sospechar que existen diferentes “realidades”, y que tal vez, sin perder la convicción sobre nuestra propia percepción, podríamos entender a los demás y aceptar sus opiniones o argumentaciones, que en definitiva, son diferentes maneras de ver la “realidad”.
Comprenderíamos entonces, que lo que cada uno percibe, es su “verdad” o su “razón”, y que no necesariamente es la de los demás. Cuestionar nuestra propia visión, con la ayuda de la opinión de otros, nos permitiría abandonar situaciones conformistas o posiciones de comodidad, y nos brindaría un abanico de posibilidades para encontrar oportunidades de mejora y estar permanentemente en la búsqueda de la superación personal y colectiva.
Por supuesto que abandonar la posición de: “yo tengo razón”, resulta ser lo más difícil. Esto implicaría darles participación a otros, a quienes veríamos como contrincantes en una posible disputa por “nuestra razón”. De alguna manera, pareciera ser que nuestro ego, es el que no nos permitiría perder esa contienda, privándonos de la posibilidad de enriquecernos con el aporte de las ideas de otros. De lo contrario, este comportamiento no lo veríamos tan frecuentemente, tal como se nos presenta en cualquier conversación personal, en reuniones laborales, o en los debates políticos.
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