En medio de este mundo que teme y que bosteza
quisiera con mis versos celebrar la grandeza.
En medio de este mundo de rezonga y protesta
celebraré el ejemplo del gesto y de la gesta.
En medio de este mundo que rige la estadística
celebraré a los héroes, al talento y la mística.
Celebro al individuo que se levanta en medio
de esa gris referencia que es la cifra-promedio.
Por lo tanto celebro al santo y al caudillo,
que trascienden los lindes del mundo y el mundillo.
Celebro a Miguel Ángel contemplando a través
de un gran bloque de mármol su futuro Moisés.
Celebro a Julio César cruzando el Rubicón
y en el puente de Lodi celebro a Napoleón.
Celebro a los orfebres del idioma que hablo,
celebro cada viaje del apóstol San Pablo.
Celebro en Alejandro la decisión que pudo
resolver de un mandoble su dilema del nudo.
Celebro al troglodita que con piedras y ramas
obtuvo el prodigioso despertar de las llamas.
Lo celebro a San Pedro, titular de las llaves
del Reino y a Cortés destruyendo sus naves.
Celebro los dibujos de Leonardo y de Goya.
También celebro a Schliemann desenterrando Troya.
Celebro la pedrada certera de David
y celebro a Virgilio cultivando su vid,
Celebro a quien ofrece su vida por la de otro,
celebro al primer hombre que domó el primer potro.
Celebro de Ricardo su corazón de león
y todo un mundo nuevo celebro con Colón.
Celebro al enigmático inventor de la rueda,
celebro a la abadesa Teresa de Cepeda.
Celebro a los que tuercen el curso de la Historia,
recordando a Lepanto con Juan de Austria y con Doria.
Celebro la obediencia de Abrahám, e l patriarca,
y al Cid, noble vasallo de un mezquino monarca..
Celebro en Roncesvalles la agonía de Rolando,
celebro las empresas de Isabel y Fernando.
Celebro al cauto Ulises amarrado al timón
mientras surge del agua la mágica canción.
Lo celebro a Pitágoras planteando su teorema,
Lo celebro a Lugones componiendo un poema.
A María Magdalena celebro en el momento
de quebrar el valioso recipiente de ungüento.
Celebro la sentencia sagaz de Salomón;
el genio de Aristóteles y el genio de Platón.
Celebro al dibujante cuyos trazos certeros
poblaron Altamira de bisontes y arqueros.
Celebro al arquitecto del templo de Luxor,
en Chesterton celebro su docto buen humor.
Celebro a San Francisco donando su fortuna,
celebro al astronauta que puso pie en la luna.
Celebro a don Quijote cargando hacia el molino,
celebro el pensamiento de Tomás, el de Aquino.
Celebro la ardua marcha de Mencía Calderón,
celebro aquel soldado que anunció Maratón.
A Elías el profeta lo celebro en su carro
y en las Islas del Gallo lo celebro a Pizarro.
Celebro la armonía del canto gregoriano,
celebro el patriotismo de Escipión el Africano.
Celebro la estrategia de Aníbal, el guerrero,
y de Patton, jinete de elefantes de acero.
Celebro la entereza de Santo Tomás Moro,
celebro la quimera del Vellocino de Oro.
Celebro al sabio antiguo que observando la elipse
de los astros predijo con certeza un eclipse.
Y celebro a tres reyes que en el cielo oriental
hallaron una estrella que los llevó a un Portal.
Celebro a Fray Angélico poniendo en su pintura
la dimensión flamante del relieve y la hondura.
Celebro a Carlos Quinto y celebro a San Luis,
el de Francia. Celebro al Dante y a Beatriz.
Celebro a Carlomagno. Celebro a Recaredo.
Y celebro al invicto Alcázar de Toledo
Celebro a William Shakespeare, a Dominico Greco
y a don Segundo Sombra, de los pagos de Areco.
Lo celebro a Hernandarias y a Liniers, el Virrey:
a San Martín y a Rosas, que restauró la ley.
Celebro de Lavalle sus últimos soldados,
transportando los restos del jefe, descarnados.
Lo celebro a Gallardo, científico y pariente.
Celebro a Pirovano, cirujano eminante.
(Total, al fin de cuentas, me puedo dar el gusto
de incluir un homenaje a mi gente, si es justo.)
Y llegando a esta altura descubro, sorprendido,
que canté a la grandeza con nombre y apellido.
Lo cual no es sorprendente cuando uno bien lo mira
pues se guarda memoria de aquello que se admira.
Concluiré sin embargo con algunas menciones
genéricas, a modo de dignas excepciones.
Celebro al que gobierna cuando gobierna, cuando
sobrelleva las duras soledades del mando.
Celebro a quien se bate por su causa perdida
y alzando una bandera se juega hasta la vida.
Celebro aquellas fechas que llegan a ser hitos,
celebro las acciones que originan los mitos.
Celebro a quien conoce la humana condición
y procura no obstante lograr la perfección.
Juan Luis Gallardo