El rojo ha formado parte de los rituales funerarios, de los sacrificios y de las curaciones durante al menos 30.000 años.
El rojo era importante para nuestros antepasados como símbolo de la vida.
El rojo es el color de la excitación, de la fuerza vigorosa, del anhelo de conquista y expansión, del ansioso afán de dominio.
La actividad del rojo se asocia a la consecución de un objetivo, ya sea deportivo, sexual, o a nivel anímico, fuerza para expresar el amor, valentía y coraje para superar las dificultades. El rojo también responde a la autoconfianza.
Aplicando la teoría de que lo semejante podría curar a lo semejante, los médicos vestían y cubrían a los pacientes de color rojo. Algunos médicos prescribían alimentos rojos, envolturas de lana roja para las torceduras, dolores de garganta o fiebres.
En la edad media se envolvía a los enfermos de varicela con mantas rojas, y se comprobó que en los casos de sarampión la curación era más rápida en una habitación con cortinas rojas.
Para los alquimistas el rojo era el símbolo del progreso hacia la consecución de la Gran Obra, transmutando la materia vulgar en oro.
En las enseñanzas de los indios Cherokis el rojo representa un fuego sagrado interior que simboliza la elección de articularse y vivir de manera sagrada. Es uno de los tres fuegos sagrados que deben honrarse mediante pensamientos y acciones adecuadas, para convertirse en sabios, y servir a los demás.