Es normal tener dificultades con otras personas; forma parte de la vida estar en desacuerdo con otros. El mismo carácter distinto entre sujetos es suficiente para que surjan diferencias con respecto a algún evento del diario vivir. Los valores, convicciones, principios, ideales, cambian de una persona a otra, de modo, que es una gran satisfacción saber que a pesar de tantas discrepancias el mundo de las relaciones interpersonales pueda seguir funcionando.
Sin embargo, pelear o estar en guerra consigo mismo no es tan normal, como en la situación arriba descrita. No gustarse, ser intolerante, ser rígido, agresivo consigo mismo, indica algún daño en la personalidad, quizás causado por diferentes niveles desmedidos de exigencia en la infancia o en la adolescencia, donde la persona aprendió a no sentirse satisfecha consigo misma porque nunca recibió una valoración positiva de sus padres o cuidadores, una aceptación positiva de los demás. De esa forma, nunca se hace completo el poder satisfacerse a sí mismo, y mucho menos cumplir los requisitos que los demás exigen para ser aceptado.
Una persona puede estar en contra de su propio cuerpo (apariencia física); estar en contra de su forma de actuar, de sentir, de vivir a nivel general. Dicha tensión genera insatisfacción permanente en el individuo, además de hacerle vivir vacío. No es raro, entonces, que algunas personas busquen muletas para sentirse bien, experimentar aceptación o felicidad. Las modas, las drogas, placeres diversos desmedidos (sexo)...forman parte de los medios que buscan las personas para sentirse bien, desviando, claro está, su vida moral por las avenidas de la degradación de su dignidad.
¿Cuál sería el mejor remedio para esta guerra interior? ¡Ser amigo de sí mismo! ¡Tenerse aprecio!
Ante las imposibilidades es mejor aceptar con paz los eventos que dependen de la voluntad de Dios para ser resueltos. Así como echar mano de lo que podemos cambiar, mejorar, reencauzar en la vida personal, si con ello vamos a ser más felices.
Elabore una listado de aquellas cosas que no acepta de sí mismo en cualquier nivel (físico, intelectual, espiritual, familiar, emocional...). Explique la causa e insatisfacción que le produce dicha realidad. Haga lo mismo con aquellas cosas en las cuales sin duda se acepta, explicando cómo le hacen sentirse bien. Establezca un balance general que le conduzca a una decisión personal de no estar en guerra consigo mismo. ¿Qué eventos están en sus manos para mejorarlos? ¿Cuáles considera deben dejarse a Dios por imposibilidad humana?
RENUEVE SU MENTALIDAD
No es exagerado decir que el éxito o fracaso de una persona depende directamente del uso que da a su mentalidad, si se precisa el valor que los pensamientos e ideas adquieren en la persona. Esto se basa en el hecho comúnmente aceptado de que los pensamientos determinan los sentimientos y comportamientos de las personas; un individuo optimista actúa muy diferente de un pesimista; es posible ver al optimista con buena energía para sus actividades, con la capacidad de mirar un problema desde diversos ángulos para superarlo, e incluso manejar un lenguaje positivo, diferente.
La mente se ha cultivado con la información diversa a lo largo del tiempo; conceptos morales, valores, principios y convicciones; escenas inadecuadas, ejemplos mal vistos en otros; las distintas lecturas hechas; la formación intelectual; es decir, toda la gama de informaciones depositadas en el cerebro, en la memoria y que constituyen en el presente los estilos de vida que los individuos dependiendo de su manera de pensar, asumen vivir.
Cuando la información adquirida no ha sido de progreso, de valores morales, de deseos de superarse o progresar, es posible que la persona viva una vida disipada, desorganizada o que no controle hábitos dañinos en sí misma o en sus relaciones con los demás; la renovación de la mente, entonces, consiste en revisar la vida mental, qué prejuicios, hábitos inadecuados de pensamiento, tendencias de la mente al pensar, forman parte de la propia mentalidad y que hacen daño a la persona, haciéndole vivir mal, o privándole de la oportunidad de estar más satisfecha consigo misma.
La autoestima cuenta con el autoconcepto como la capacidad de pensar bien de sí mismo, de percibirse como una persona capaz, con valores y nobles ideales, por supuesto, si la intencionalidad de la conciencia de la persona apunta hacia el bien. Sin embargo, muchos individuos han logrado cambiar su estilo de vida, siendo concientes de que lo que anidan en su mente les puede llevar a la ruina o sacarles adelante. De otra parte, la información, las imágenes que permitimos entren en nuestro cerebro y llegan a formar parte de nuestra memoria, determinarán en gran parte la clase de personas que somos, así como los comportamientos hacia los cuales tendemos a inclinarnos y poner en práctica.
Elabore una lista de pensamientos o hábitos mentales inadecuados, que usted considera le roban la paz mental o la capacidad de tener confianza-dominio en sí mismo. Por ejemplo: "Creo que las demás personas son malas" "Pienso constantemente que algo trágico va a suceder" "Exagero todas las situaciones que me ocurren" "Tengo pensamientos obscenos todo el tiempo". Procure ir al origen de las mismas situaciones elegidas. Generalmente estos malos hábitos de pensamiento surgieron de situaciones fuertes (no traumáticas necesariamente) que se fijaron en la mente, como en el caso de madres o padres que siempre hablaban delante de sus hijos que cualquier cosa mala podría ocurrir de un momento a otro, privando a los mismos de tener confianza en medio de las situaciones de la vida. Lo importante es tomar decisiones-acciones frente a su manera de pensar. Ahora usted será más cuidadoso con lo que oye, ve, habla, es decir, con la información que ingresa en su mente.
Autor: Alfonso Barreto