Nacemos príncipes o princesas, y los acontecimientos, el ambiente que nos rodea, la presión social, etc, nos va convirtiendo en ranas.
Pero no hemos de sucumbir ya que todo lo mal-aprendido se puede des-aprender y re-aprender de nuevo. Con un esfuerzo consciente y programado podremos salir de cualquier laberinto.
En nosotros conviven tres personas, el mayor, el adulto y el pequeño. El que nos dice lo que se ha de hacer (MAYOR), el que razona lo que conviene hacer (ADULTO) y el que manifiesta lo que le gustaría hacer (PEQUEÑO). Se trata de aprender a discernir cuándo hemos de funcionar desde el (M), el (A) o el (P).
Todo lo que en algún momento ha sido captado conscientemente por nosotros (tanto las acciones como los sentimientos inherentes a las mismas), permanece como si estuviese grabado y almacenado en nuestro cerebro, pudiendo ser reproducido en cualquier momento.
Si volvemos a "escuchar" una grabación, de nuevo oiremos y sentiremos tal como se desarrolló inicialmente. En la persona del MAYOR se hallan las grabaciones de las actitudes, conductas y conceptos que fueron aprendidos en la infancia: pautas sociales, morales, religiosas; las reglas de convivencia, lo que debemos y no debemos hacer. El MAYOR juzga, ordena, critica y protege nuestra persona.
El ADULTO es como una computadora que procesa la realidad a través del pensamiento racional y lógico. Es el único estado del YO capaz de reprogramarse. Siempre funciona con información y es por ello que, El ADULTO computa y razona.
En la persona del PEQUEÑO residen las emociones, la imaginación, intuición, diversión, creatividad, espontaneidad, arte. La persona del PEQUEÑO busca el placer y trata de evitar el dolor. Se manifiesta también porque a veces es grosero, lloroso, violento y exigente (todo un tirano). El PEQUEÑO crea, siente, intuye y se divierte.
Para des-aprender y reaprender hemos de analizar si lo que se ha de hacer (M) y lo que nos gustaría hacer (P) es lo que conviene hacer (A), y a partir de este proceso racional y lógico, se van tomando poco a poco decisiones sobre nuestra nueva forma de vivir y de hacer las cosas.
Hemos de estar constantemente dispuestos a mejorar los esquemas de conducta. No se han de aceptar las cosas porque siempre se han hecho así. La flexibilidad mental es una herramienta primordial en la autosuperación del día a día.