Pensarnos o sentirnos son dos formas diferentes con las que solemos afrontar la realidad de nuestra vida. Normalmente nos pensamos y, en algún momento de intimidad con nosotros, nos sentimos.
Esto es grave porque estamos siempre a merced de lo que creemos que somos, de lo que nos hacen creer que debemos ser y de lo que nos interesa ser para alcanzar determinado objetivo que creemos o nos han hecho creer que es lo más importante de nuestra vida. Pero todo es mentira. Nada de eso suele ser la verdad de nuestra vida.
Nuestro simple estar siendo y ser simplemente quien soy que es lo que realmente nos puede hacer felices.
Con lo que creemos debemos ser, anhelamos llegar al final del destino porque creemos que el este final estará la felicidad, que no es cierto, porque durante el camino nos habremos distanciado tanto de nosotros que no podremos disfrutar nada porque tal vez estaremos deprimidos y perdidos de nosotros.
Con el estar siendo, tal vez no tendremos tantas metas ni tan importantes, porque el estar siendo del día a día será lo más importante que deseemos y la meta seguramente será seguir estando en armonía con nosotros día a día.
En la experiencia anterior de los envases ya vimos lo diferente que era muchas veces cómo es una cosa o una persona, yo mismo, y cómo me gustaría que fuera.
Ahora puedes coger un espejo o ir donde haya un espejo y mírate en él, luego concéntrate en ti y observa lo que sientes, luego vuelve a mirarte en el espejo.
Procura sentir profundamente ambas sensaciones y las expresas con un sonido vocal o realizado con un instrumento si eres músico.
Luego, si los tienes a mano, coge los dos envases que sientas corresponden a las dos sensaciones, la de verte en el espejo y la de sentirte en silencio.
Compáralos con el que escogiste ayer que expresaba lo que sentías de ti y compáralo con los dos de hoy.
Cuál se parece más. Cual es más tú, el del espejo o el otro. Reflexiona sobre el resultado.