El grupo de Laocoonte y sus hijos es sin duda alguna uno de los mejores ejemplos de la escultura helenistica, y de las que una mayor influencia han tenido desde su descubrimiento en 1506. El tema representado pertenece al ciclo troyano, Laocoonte, sacerdote troyano desconfía del caballo de madera que los griegos han dejado a las puertas de la ciudad, teme a los griegos incluso cuando dan regalos, y pretenden persuadir al resto de troyanos que no introduzcan el caballo en la ciudad. Los dioses, que estaban mayoritariamente del lado de los griegos, mandan unas gigantescas serpientes para acabar con Laocoonte y sus hijos, y que el plan de Ulises pudiera salir triunfar.
Tallado en mármol en tamaño cercano al natural, busca plasmar el momento de mayor tensión, aquel en el que el sacerdote asume la impotencia para luchar contra la serpiente y salvarse a sus hijos, uno de los cuales ya cae hacia atrás, intenta soltarse mientras grita desesperado en un gesto de dolor.
La técnica recuerda el estilo del friso del altar de Pérgamo, marcado por las curvas, contracurvas y diagonales que dominan la composición. El perfecto estudio de la musculatura, captada en el momento de máxima tensión, en el violente esfuerzo por liberarse de la serpiente, es otro de los elementos típico de este periodo helenístico sumamente teatral y barroco, que contrastan con otros elementos más clasicistas, como la figura del hijo de la derecha. El helenismo no olvida el pasado más clásico y vuelve a él continuamente reinterpretándolo y distorsionándolo.
La obra era bastante conocida por aparecer citada por Plinio en su Historia Natural (Lib. XXXVII)
Debe ser situada por delante de todas , no sólo del arte de la estatuaria sino también del de la pintura. Fue esculpida en un solo bloque de mármol por los excelentes artistas de Rodas Agesandro, Polidoro y Atenodoro y representa a Laocoonte, sus hijos y las serpientes admirablemente enroscadas.
Cuando se descubrió en 1506 en Roma en la zona del Esquilino, entre las ruinas de lo que debió ser el palacio del emperador Tito, provocó una gran conmoción en el mundo del arte del Renacimiento italiano, y fue rápidamente identificada por Sangallo como la obra citada por Plinio. Además aportaba una nueva visión alejada de la serenidad y equilibrio propios del siglo V a. C, y que habían sido los modelos en los que inspiraron los escultores y pintores en el primer Renacimiento. La influencia del grupo del Laocoonte es evidente en Miguel Ángel, que se inspiró en él para varias figuras del Juicio Final de la Capilla Sixtina o en los esclavos de la tumba de Julio II. En España la huella del Laocoonte la encontramos en la versión que hizo el Greco con las vista de Toledo al fondo.
Durante mucho tiempo se dató en el siglo I a. C., hipótesis avalada por varias inscripciones con la firma del escultor originario de Rodas, Apolodoro, que se identificó como el autor de la obra. En los años cincuenta la datación se fue atrasando hacia el siglo II a. C., pero a finales de esa década nuevos hallazgos epigráficos aportaron nuevos datos sobre el autor, ubicando a Apolodoro en el siglo I d. C. formando parte de un taller que haría su propia versión de un grupo escultórico helenístico de bronce. En este sentido Blanco Freijeiro afirma que se realizaría hacia el 50 d. C. destinada ya a Roma, posiblemente a algún palacio imperial.
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