Martin Seligman es director del Centro de Psicología Positiva, en la Universidad de Pensilvania, y está considerado como uno de los principales expertos en el estudio de las diferencias de las personas optimistas y pesimistas.
Según Martin, el optimismo está muy relacionado con la responsabilidad que asumimos o no las personas ante aquello que nos ocurre. Es decir, el optimista se hace y se sabe responsable de aquello que le ocurre, y por tanto, se cuestiona qué es lo que puede hacer para mejorar o cambiar una determinada situación.
Por el contrario, el pesimista tiende a sentirse impotente frente al mundo, o incluso frente a sí mismo, y espera a que las circunstancias externas cambien.
Los optimistas tienden a reconocerse como causa cambiante de su entorno y los pesimistas tienden a sentirse efecto de las causas exteriores.
El optimista tiende a percibir los aspectos positivos de todo cuanto le rodea: gente, situaciones, incluso a sí mismo, mientras que el pesimista se concentra en los aspectos negativos de todo ello.
¿Cuáles son las consecuencias de ambas actitudes?
El optimista se mueve entre emociones como el entusiasmo, el aprendizaje, la esperanza...y el pesimista tiene mayor riesgo de sufrir problemas emocionales derivados de su falta de autoestima, sensación de fracaso, imposibilidad de cambios o mejoras.
Los optimistas son más constantes y perseverantes y por lo tanto ven conseguidos sus objetivos y anhelos en mayor medida que los pesimistas.
En un estudio de la clínica Mayo concluyeron que el optimista viven casi un 19% más que los pesimistas: no sólo interviene la resistencia del cuerpo a determinados embistes de ciertas enfermedades, sino la actitud con que uno afronta esa enfermedad.
La actitud optimista, frente a la pesimista, se manifiesta en un mejor rendimiento del sistema inmunológico.
Una vez leídos estos datos, podemos afirmar que llevar una actitud negativa frente a uno mismo, frente a los demás o ver el lado negativo de nuestro entorno nos hace más débiles y nos lleva a situaciones muy poco gratificantes.
No podemos dejarnos llevar por nuestras sensaciones negativas, ya que podemos hacer un hábito de ello; un hábito nada bueno, que a la larga en ciertas situaciones puede ser dañino.
Estemos al tanto de esas personas que irradian optimismo, juntémonos a ellas, aprendamos a sacar esa sonrisa e intentemos compartirla, para poder irradiarlo nosotros también: ofrezcamos inputs emocionales positivos...es lo que todos necesitamos.
http://motivalia.blogspot.com/2007/11/reflexiones-optimismo-en-la-vida.html