Caminamos por la vida pensando que las peores cosas no nos suceden a nosotros aunque sabemos que les ocurren a los demás.
Pero la vida es larga y curiosa, obedece a una leyes cuyo entendimiento se nos escapa y por eso no la podemos controlar. Y así un día concreto, un día cualquiera que nada tiene de especial, nos toca a nosotros. Sucede algo que nos rebasa, que no podemos entender y lo que es peor, que no podemos aceptar.
Con independencia de si ese suceso tiene o no que ver con nuestras acciones, su magnitud nos hace sentirnos impotentes porque hay determinadas cosas que, podamos entenderlas o no, simplemente no podemos o no queremos aceptar.
Precisamente, y aunque es normal sentir esa impotencia e incapacidad ante un suceso de magnitud negativa en nuestras vidas, va a ser justamente eso lo que vamos a tener que cambiar. Aprenderemos que aunque no tenemos el control de lo que ya nos ha sucedido porque no lo podemos cambiar, sí que tenemos el control de decidir lo que haremos con ello en adelante, actuando desde nuestro presente hacia el futuro.
Tras el sufrimiento y dolor que lógicamente deberá aflorar, tendremos que intentar encontrar algún sentido a lo que nos ha sucedido, preguntándonos no sólo ¿por qué? sino sobre todo ¿para qué?. Es decir, más allá de buscar la razón de ese suceso (si es que creemos que la hay), el "para qué" nos conduce a buscar su sentido, es decir, a preguntarnos que lección tendremos que aprender de dicho suceso.
Mientras que la pregunta ¿por qué? nos conduce hacia el pasado y nos hace revivir el dolor, la pregunta ¿para qué? nos lleva desde el presente (en el que está nuestro dolor) hacia el futuro (que podemos construir).
Esta es la esencia del Coaching, el cual en sus procesos se nutre especialmente de la pregunta ¿para qué? porque es la que nos lleva del presente hacia del futuro, que es lo único que podemos cambiar.
El hecho de preguntarnos ¿para qué? lleva inmerso en sí mismo un sentido positivo, porque es evidente que para sobrellevar nuestro dolor y superarlo es muy conveniente encontrar un sentido a lo sucedido; un sentido que nos empuje hacia delante y nos ayude a aceptar lo sucedido.
Sólo desde la verdadera aceptación de lo que nos sucede podemos desbloquearnos y caminar hacia delante con una verdadera actitud positiva.
En conclusión: lo más importante no es lo que nos pasa sino que hacemos con lo que nos pasa
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