"Iba yo pidiendo de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carroza de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico.
Y yo me preguntaba , maravillado, quién sería aquel rey de reyes. Mis espeanzas volaban hasta el cielo y pensé que mis días malos se habían acabado.
Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto, Tú me tendiste la mano diciéndome: ¿"Puedes darme alguna cosa"?
-¡Oh, qué ocurrencia la de tu realeza. Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía que hacer...
Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo y te lo dí.
¡Pero que sorpresa la mía cuando al vaciar por la tarde mi saco el suelo, encontré, un granito de oro en la miseria de mi montón!
¡Qué amargamente lloré no haber tenido la generosidad de darle todo el saco, lleno de trigo!
R. TAGORE