Una historia sobre la diosa Obbá y el por qué guarda las tumbas
Cuenta la razón de por qué Obbá se hace guardiana del cementerio.
Dice así:
Obbá esposa de Changó, dolida por las continuas infidelidades a que éste la sometía, con la esperanza de redimirlo, fue a preguntarle a Ochú, amante del Orisha, en qué consistía el secreto por el cual había ganado el favor de Changó. Ochún le dijo que la mejor manera de sostener a los hombres a su lado era por el estómago, que el secreto estaba en brindarles sus manjares preferidos.
Para tal fin, se brindó para enseñarle a preparar una sopa que ahría las delicias de su marido, y que por mucho tiempo lo alejaría del lecho de sus numerosas amantes.
Cuando Obbá volvió a casa de Ochún para aprender a preparar la sopa, a la que le había hecho referencia, encontró a ésta con un pañuelo amarillo que le cubría la cabeza y le tapaba las orejas, hecho que ella atribuyó a una muestra de humildad y dependencia.
Encontrándose en los menesteres de la preparación, observó que en la sopa sobresalían dos setas. Extrañanda por ello, interrogó a Ochún sobre su significado.
Ochún le refirió que eran sus orejas, las que se había cortado para usarlas como aderezo, motivo por el cual usaba ese pañuelo y que Changó quedaría encantado con éste plato.
Efectivamente Changó se presentó en casa de Ochúm probó la sopa y entre elogios y alabanzas se mostró muy complacido con la preparación y se retiró a pasar la noche con Ochún. Lo que causó hondra impresión en la diosa.
En días posteriores Obbá esperando la visita de Changó, se dispuso a preparar la misma sopa y procedió a cortarse las orejas, echándolas en el caldo. Cuando Changó llegço, encontró a Obbá muy desfigurada y con un pañuelo en la cabeza que le cubría las orejas, lo que le disgustó mucho.
Preparándose a tomar la sopa, se asqueó al comprobar que dentro de ella se encontraban dos orejas humanas por lo que le reclamó a Obbá por haber permitido un acto como ese y la rechazó de inmediato.
Obbá desconsolada por su fracaso en el intento de conquistar a Changó, rompió en llanto y lloró tanto que sus lágrimas formaron ríos, lagos y lagunas; desolada se retiró a la soledad del cementerio, donde no tendría relación con los hombres, conviertiéndose en la guardiana de las tumbas.
Desde ese tiempo vive en compañia de los muertos formando parte de la Trilogía de las santas guardianas del cementerio: Oyá, Obbá y Yewá, conocidas entre los santeros como "las muerteras".
Extraído del libro: "Las Diosas Negras, de Tabaré Güerere
Cuenta la razón de por qué Obbá se hace guardiana del cementerio.
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