Entrando en el siglo XVI, las bitácoras de abordo dan cuenta de la aparición repentina de bellas mujeres que seducían con su voz a la tripulación y tenían la característica de ser mitad pez y mitad humano.
Al canto de las sirenas se atribuía tan poderoso hechizo que nadie podía sustraerse a su atracción y era la perdición de los navegantes que destrozaban sus barcos contra las escolleras por seguir su voz. Su imagen vive hoy en cuentos infantiles, películas de la factoría Disney, lienzos de pintores y objetos decorativos que van desde un pisapapeles hasta un alfiler de corbata. Su nombre se ha insertado en el lenguaje corriente para acuñar frases de sentido hecho, como "cuerpo de sirena", para referirse a la mujer de armoniosa figura, o "escuchar cantos de sirena" para aludir a quien oye algo bello aunque de tramposo fundamento.
Pero, ¿han existido realmente estos bellos seres acuáticos? Cristóbal Colón creyó ver alguno a lo largo de sus cuatro viajes transatlánticos. Crónicas más antiguas hablan de una sirena que recibió el bautismo y llegó a figurar como santa en algunos almanaques con el nombre de Murgen, capturada en el siglo VI al norte de Gales.
Se cuenta de otra en 1403 que vivió en Harlem hasta su muerte y aprendió a hilar, aunque nadie logró entender su habla. Otros, por el contrario, niegan la existencia real de tales criaturas, como el renacentista Andrea Alciato, que habla de ellas en escéptico tono de burla: "Sin piernas, doncellas. Sin hocico, peces".
Hasta en los mapas del Renacimiento podía leerse la frase “Hic sunt sirenae” (Aquí están las sirenas) escrita en medio de las áreas destinadas a los océanos.
El hombre que surcó el Atlántico, Cristóbal Colón, también asegura que él y sus hombres las vieron, aunque no tan bellas como cuentan las historias. Muchas crónicas de reyes refieren la existencia de sirenas capturadas, y aún cercanos nuestros días navegantes y exploradores relatan encuentros con mujeres marinas, como una que apareció en la Antártida en 1823 u otra en las Bahamas en 1869.
La primera tenía los cabellos verdes, la segunda, azules. Sin ir más lejos, en Liérganes, municipio español, existió un hombre-pez, y circulan rumores de otro ser de estas características en el río Ebro.
Un escrito de 1432, aparecido en Venecia cuenta el siguiente relato:
“El ser capturado esta noche por un grupo de marinos concuerda con las conocidas sirenas, es una mujer de cabellos y ojos negros, sus piernas están cubiertas por duras escamas y terminan en una sola extremidad con forma de cola de pez. No había forma de comunicarse con ella, su rostro mostraba el dolor y la necesidad de volver al agua, intentamos sacar algunas de estas escamas pero sus gritos y los movimientos desesperantes voltearon a los 3 marinos que la sostenían. Esto me conmovió enormemente y decidí regresarla nuevamente al agua."
Este hecho sucedió el 28 de enero de 1432 a bordo del barco veneciano "Nuestro Señor de las tempestades", que navegaba por las costas del sur de África; su capitán (se desconoce su nombre ya que estos barcos formaban parte de una compañía mercantil, en donde los capitanes rotaban de barcos en cada viaje) asentó este relato y dio fe de ser real.
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