Preparar el clima adecuado para meditar constituye siempre el primer paso.
Especialmente, asegurarse de no ser interrumpido durante el tiempo que dure la meditación. Este tiempo puede oscilar entre los 15, 20 o 30 minutos; pero deja que esto suceda espontáneamente, es decir, no es necesario que estés controlando el tiempo de duración con un reloj.
Tal como ya sabes, siéntate cómodamente en una silla cuidando de no cruzar las piernas ni los brazos, para no trabar la libre circulación de la energía
Apoya los dos pies en el suelo. Si prefieres sentarte en el suelo, en un almohadón, entonces puedes cruzar las piernas en posición de loto, como los yoguis. Las piernas cruzadas en posición de loto -como también acostumbran sentarse los aborígenes- no corta el flujo de energía, sino por el contrario lo favorece, ya que la postura del cuerpo forma una pirámide, cuyo eje es
la columna vertebral.
Mantén la columna derecha, pero no rígida. Cierra suavemente los ojos. Inspira y exhala, profundamente, tres veces. Concéntrate en la relajación de cada parte de tu cuerpo, comenzando por los pies, hasta llegar a la cabeza.
Es importante la relajación de todas tus partes físicas, hasta de las mismas raíces de tu cuero cabelludo. Aflojar la tensión muscular es una gran tarea.
Puedes ayudarte con la respiración para hacerlo. Inhalando paz y tranquilidad, y exhalando tensiones y preocupaciones.
Cuando ya te sientas bien relajado, imagina que desde la base de tu columna comienzan a salir raíces, como si fueras un árbol.
Si estás sentado con los pies apoyados en el piso, las raíces salen a su vez también, por la planta de tus pies.
Tus raíces van creciendo mas y mas, atraviesan el piso, y penetran la tierra
Tus raíces llegan hasta las capas mas profundas de la Tierra.
Siente que tus raíces se prenden con firmeza a la Tierra.
Eres como un sólido árbol.
Sigue respirando suave y rítmicamente.
Imagina que por tus raíces bebes la savia de la Madre Tierra.
La Energía Telúrica que absorbes por tus raíces, sube hacia tu cuerpo.
Es energía curativa de la Tierra.
La savia de la Tierra entra por la planta de tus pies y por el sacro, en la base de tu columna. La Energía de la Tierra sube lentamente por tu columna y te recorre por dentro, de pies a cabeza. La savia curativa de la Tierra se expande también por tus hombros, pasa por tus brazos y llega hasta tus manos
Todo tu cuerpo se nutre y revitaliza con la energía de la Madre Tierra.
Inhala y exhala la energía de la Madre.
Eres un árbol, y recibes el alimento por tus raíces, por tu tronco. El tronco te nutre y envia el alimento a todas tus ramas, a todas tus hojas.
¿Qué clase de árbol eres? ¿Cómo es tu tronco? ¿Cómo son tus ramas? ¿De qué color y forma, tus hojas? ¿Eres un árbol niño o un árbol anciano?
Lleva tu atención ahora a la copa del árbol, a las ramas y las hojas. A esa parte del árbol que se eleva hacia lo alto para tocar el sol, para respirar el aire mas puro.
Tus ramas se mecen suavemente con la brisa. Las hojas reciben su alimento del Sol.
Respira profundamente la Energía del Sol.
Eres un árbol fuerte y hermoso. Tus hojas brillan y resplandecen.
Los Rayos Dorados del Hermano Sol descienden bañando en su Luz a la copa del árbol.
Y la Luz Dorada cubre todo el árbol y se hace uno con el.
La Luz Dorada penetra las hojas, las ramas, el tronco, las raíces.
La Luz Dorada ilumina por dentro la Tierra.
La Luz Dorada despierta los cristales dormidos que habitan en el fondo de la Tierra.
El Padre Sol penetra el vientre de la Madre Tierra, lo fecunda, le da vida, lo nutre.
A través del árbol que eres, la Luz del Cosmos llega a la Tierra.
Estás integrando dentro tuyo las energías del Cielo y de la Tierra, el Padre Celestial y la Madre Terrenal.
“Asi en la Tierra como en el Cielo”.
Las energías del Cielo y la Tierra circulan dentro tuyo inundándote de Luz y Paz.
Inhala y exhala para impregnarte de Luz y Paz.
Salen de ti destellos luminosos en todas direcciones.
Filamentos dorados y plateados se van extendiendo hacia arriba, hacia lo mas alto saliendo de la copa de tu árbol, extendiéndose hasta alcanzar el cielo, elevándose hasta tocar las estrellas, expandiéndose hacia lo alto del Universo.
Continúa respirando suavemente. Estas relajado y en paz.
Permanece así por unos minutos, dejándote impregnar por estas energías sanadoras.
Cuando sientas que ya es tiempo de “volver”, haz una inspiración profunda y exhala.
Lentamente, y poco a poco, vas tomando conciencia de tu cuerpo.
El árbol va quedando atrás, en el bosque, en la plaza, o en el jardín de casa.
Cada vez que quieras descansar y restaurar tus energías puedes volver a tu árbol.
Respira profundamente. Mueve suavemente los dedos de tus manos, y de tus pies.
Vuelve a respirar profundo. Estira tus brazos y piernas.
Realiza una tercer inspiración profunda, y abre suavemente los ojos.
Mira a tu alrededor. Tomate un tiempo antes de pararte o ponerte en acción.