Todos llegamos al mundo a través de una familia que nos da la vida, el amor y el cuidado que necesitamos. Sin embargo, cada día hay más personas adultas que no logran sentirse a gusto con la familia. Las relaciones, a menudo, se tornan difíciles, llenas de resentimiento, rencor, envidia, competencia y falta de respeto a la elección de cada uno, especialmente en la etapa adulta. Poner en orden el amor, hace que podamos reconciliarnos con nuestras raíces, y rescatar para nosotros y para nuestros hijos los valores y las tradiciones que alimentaron nuestro árbol de la vida y que nos acompañaron cuando fuimos niños, y que simbolizaron el amor, la educación y la protección que recibimos de nuestros familiares.
Cuando hemos sufrido el distanciamiento o la separación de nuestros familiares, quizás se deba a ciertos eventos difíciles que vivimos junto a ellos, y al no saber cómo solucionarnos optamos por la separación para calmar o desaparecer el dolor. Nos parece que de esta manera podemos dejar encerrados en una especie de cuarto oscuro del subconsciente, aquellos recuerdos negativos que nos afectaron y que nos marcaron en la mayoría de los casos, cambiando nuestra manera de ser o de relacionarnos con los demás. Lo cierto es que todavía siguen ahí, esperando la oportunidad de salir a través de alguna de tus reacciones, en el momento en que alguna situación se asemeje a otra del pasado, y estimule los sentimientos que tienes guardados. Por eso es muy importante hacer una especie de limpieza de viejos recuerdos haciendo uso del perdón, eligiendo el momento en el que estemos más fortalecidos, de manera que vayamos al reencuentro de ellos para enfrentarlos sin temor, y así vaciar ese contenedor, de manera que podamos volverlo a llenar con nuevos y positivos sentimientos y experiencias.
Reconciliarte y aceptar a tu familia es importante para sentirte bien contigo mismo y con los demás. Esto no quiere decir que debas insistir en mantener una relación ideal con ellos, sobre todo si no están dispuestos a hacerlo, lo importante será aceptarlos como son, y tener encuentros de vez en cuando, donde el amor, la aceptación, el respeto y los límites nos permitan compartir e intercambiar el cariño, sin vernos afectados por las diferencias personales.
Poder vivir la relación con nuestros padres, a través de la gratitud y el reconocimiento de todo lo bueno que nos dieron, hará que brote el amor incondicional que sane y fortalezca el vínculo que nos une.
Claves para buscar la reconciliación
Acepta a los demás tal y como son. Esto significa reconocer y aceptar las limitaciones y los valores de tus familiares con empatía y tolerancia. Si te resulta muy difícil aceptar a alguno en particular, piensa en cuatro cosas positivas que recuerdes de esa persona en el pasado. Recordar algún aspecto positivo te permitirá verlo de otra manera.
Trabaja en el perdón. En algunos casos no vale la pena recriminar a los padres por los errores que cometieron, más bien perdonarlos y pensar que trataron de darnos lo mejor de lo que tenían, y comprendiendo cuál fue su vida y qué recibieron, podemos conectarnos al amor, para sanar el pasado y borrar cualquier resentimiento para iniciar una nueva relación con ellos.
Asume la responsabilidad de tu felicidad. Deja de buscar culpables o responsables de tu infelicidad, deja de esperar a que te reconozcan y celebren junto a ti tu éxito personal. Busca tu felicidad, experimentando la seguridad y el placer que produce vivir tu independencia emocional, cuando la tengas, compártela con ellos sin temor a perderla o a que te la quiten.
Sé positivo. Mantén siempre una actitud positiva, minimizando lo negativo y exaltando lo bueno. No te dejes enganchar por cualquiera de sus actitudes, comentarios o actuación negativa, recuerda que ya no son determinantes para ti, pues tú has adquirido madurez e independencia emocional y ahora estás en posición de dar y no de pedir.