Por las funciones asociadas a cada uno de los cuatro puntos cardinales de una carta natal, puede entreverse una actitud adecuada para evitar que su poder decaiga o nos devore. Somos funciones de su mensaje, pero es posible también ejecutarlo en modo inadecuado, cayendo en compulsión automática o bien por el contrario, haciéndose nuestra voluntad más débil cuando no es algo que llegue de por sí fácilmente
Resulta muy claro y hay consenso que en relación al Medio Cielo -indicio de nuestra aspiración- lo que más conviene es ejercer nuestra voluntad, entregar nuestro empeño a lo que a veces podemos sentir tan sólo como una llamada vaga y confusa, pero en la que se juega la verdadera maduración como individuo y la plena realización personal. Hacia lo que el Medio Cielo apunta, su signo o planetas asociados, querer es lo mejor.
No creo que se diga con igual claridad qué sucede en su punto opuesto, en el Fondo del Cielo, ni desde qué actitud resulta favorable tratar con sus imperativos. Siempre será un refugio, un punto de apoyo, un estilo propio de tomar aliento y recuperar el impulso después de la medianoche personal, pero puede también convertirse en una tendencia compulsiva que lleva a repetir sin reflexión ciertos patrones en situaciones de tensión. Por eso, conviene moderar el modo y el tono con que el signo o los planetas asociados al Fondo del Cielo nos señalan su cualidad íntima, inconsciente, seguramente difícil de reconocer como estilo personal de respuesta al estrés. En relación al Fondo del Cielo es la conciencia la que más nos puede ayudar: llevar claridad, reconocer dónde, cómo y de qué modo se dispara la compulsión a la repetición de ciertas estrategias por las que respondemos a la dificultad o los obstáculos será siempre una disposición excelente. No dejaremos nunca de necesitar ese punto de apoyo peculiar y específico que a cada cual le da la tonalidad astrológica del Fondo del Cielo, pero podremos reconocerla -y con un poco de suerte, modular su presión. Podemos evitar, siendo un poco más conscientes, falsas salidas, huidas que creemos soluciones y repeticiones inconscientes que pueden complicarnos la vida sin resolver lo que en realidad las provoca.
Vivimos en nuestro Ascendente, somos el río que circula por su cauce, y ante los rasgos que el signo o los planetas a él asociados nos ofrezcan lo mejor que podemos hacer es fluir y aprender. Aprovechar lo que nos ofrece y distinguir el modo en que lo hace, para entregarnos al mundo desde ese estilo básico de interacción con los demás y con la realidad que el Ascendente procura. Experimentar cómo la vida se nos ofrece y reconocer desde dónde la podemos tomar, y modularnos en sintonía con lo que del Ascendente podemos aprender.
Y en paralelo, el Descendente nos dice aquello cuyos rasgos debemos cultivar mediante una práctica sostenida de reafirmación, de recuerdo encarnado en nuestras acciones, como si se consiguiera actualizando las características del signo o planetas vinculados a nuestro Descendente aquello que espontáneamente tendemos a omitir en nuestro modo de vida y vemos más fácilmente proyectado en otros. Absorber, entrenar, asumir y practicar de vez en cuando lo que el Descendente nos dice puede hacernos conjugar mejor lo que somos con lo que en realidad podemos ser, que siempre es más y algo mejor que lo que las inercias, la debilidad o el olvido nos han permitido desarrollar de nosotros mismos